22/09/2019
 Actualizado a 22/09/2019
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Es el monotema. No se habla de otra cosa. E irá en aumento hasta el diez de noviembre en que los españoles acudamos nuevamente a las urnas. Y luego se prolongará durante las semanas o meses que tarden nuestros «estimados políticos», como entre ellos se denominan, para hacer los pactos necesarios y lograr una investidura o para que estemos de elecciones hasta no se sabe bien cuando.

Al igual que pienso que los dirigentes de las distintas formaciones, y más especialmente el que se suponía nuevo presidente, deberían haber hecho su trabajo una vez que los ciudadanos decidimos qué queríamos para nuestro país, también considero que no debemos dejar de ir a votar este mes de noviembre pese a que la eficacia y la disposición política hayan brillado por su ausencia.

Si estuviera en España, haría lo mismo que hice en abril: Acudir a depositar las papeletas en las urnas y estar todo el día pendiente del índice de participación y los resultados de la votación. Sin embargo, al estar en Bélgica decidí mirar qué tenía que hacer para pedir el voto en el extranjero y, señor Sánchez, a la que se le ha quitado el sueño es a mi al ver la que tengo que armar (acudir al Consulado de Bruselas, inscribirme como no residente, solicitar documentación, etc.) por culpa de su incompetencia para formar Gobierno.

Ante esto, me di cuenta de que tenía dos opciones y no sabía (realmente sigo sin saber) por cuál decantarme. Por un lado, siempre he pensado que votar debería ser obligatorio y más teniendo en cuenta todo lo que lucharon las generaciones pasadas para que pudiéramos ejercer este derecho. Pero también me da mucha rabia y cierta pereza, no voy a negar esto último, tener que hacer todos esos trámites y más aún al tratarse de una situación que ni yo ni ningún otro ciudadano hemos provocado, pese a que ‘Mr. Handsome’ considere que no sabemos votar.

En definitiva, estos días decidiré qué hacer mientras sigo observando la vergonzosa coyuntura política de España. Con o sin sueño, solo espero que esta vez se escuche y trabaje por cumplir la voluntad de los votantes, pese al temor de que, por no actuar bien previamente, podamos vivir cuatro años con insomnio postelectoral.
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