Injertar o cómo ser un orfebre hortícola

Mario González, ingeniero agrícola de Viveros Los Melgares, en Valencia de Don Juan, ha conseguido un injerto óptimo para conseguir plantas de tomate más resistentes a suelos desfavorables

T. Giganto
28/04/2022
 Actualizado a 28/04/2022
Mario González en la sala de injertos que han instalado en Viveros Los Melgares de Valencia de Don Juan. | MAURICIO PEÑA
Mario González en la sala de injertos que han instalado en Viveros Los Melgares de Valencia de Don Juan. | MAURICIO PEÑA
Mario creció entre las bandejas del invernadero de su padre en Valencia de Don Juan. Plantas de lechugas, de pimientos, de tomates, de berenjenas, de berzas... Plantas de todo tipo que, una vez en el surco del huerto, se multiplican en numerosos productos. Siendo un chaval echaba una mano sembrando las bandejas de los semilleros y enmacetando y fue así como, después, le brotaron a él las ganas de embarcarse en una ingeniería agrícola que hoy ejerce en ese mismo lugar en el que creció, en Viveros Los Melgares, el negocio que su padre fundó en 1992. Las ganas de diversificar la actividad de la empresa y de diferenciarse dentro del mercado llevaron a Mario González a buscar algo así como la ‘alquimia’ de un injerto óptimo de plantas de tomates. A base de prueba y error ,y sin cansarse de ensayar, encontró la fórmula. Con ella ha desarrollado un método de trabajo propio que hoy es ya una realidad y que explica mientras sostiene algunas de esas plantas recién injertadas que en esta campaña ya ofrecerá a sus clientes.

El calor del invernadero desaparece al entrar en la sala de injertos. Allí dentro se esfuma también el colorido y, como si de un quirófano se tratase, se trabaja sobre una mesa de acero inoxidable y con bisturí en mano. «La higiene es fundamental para que se logren los injertos», dice Mario mientras hace una incisión a una planta que será la base de la resultante. «Esto es el patrón», explica. Y en ese corte añade otra planta, que es la de la variedad de tomate. Con los tejidos de ambas plantas unidos con el apoyo de una pequeña pinza de silicona, toca dejar que el tiempo haga su trabajo y acabe por anudar ambas plantas dando como resultado una mucho más resistente.

Encima de la mesa de la sala de injertos unos papeles dan fe de las muchas pruebas que Mario ha hecho. Fechas, tipos de plantas, resultados... «Me ha llevado mucho tiempo porque no es una tarea fácil. De hecho, en Castilla y León somos la única empresa que lleva este trabajo a cabo», reconoce mientras injerta otra planta de tomate en una tarea propia de un orfebre.

Antes de hacer ellos sus propios injertos, en Viveros Los Melgares los comercializaban de otras empresas, pero querían dar un paso más allá y ser ellos mismos quienes los hicieran. «Conseguimos con ello que la planta de tomate sea mucho más resistente y apta para suelos que puedan presentar condiciones desfavorables como la falta de nutrientes, la sequía o incluso suelos infectados para los que el mercado no tiene productos aptos para su desinfección», explica Mario González. Además, con los injertos consiguen plantas mucho más vigorosas y resistentes a hongos, bacterias o nematodos. También los injertos predisponen a la planta a resistir en condiciones poco óptimas de salinidad o encharcamiento. «En definitiva, la planta es más resistente y puede salir adelante aunque las circunstancias no sean las mejores», concluye Mario, que también señala la importancia de la raíz. «La planta de tomate injertada echa más raíces y con ello aprovecha más y mejor los nutrientes del suelo y, además, no necesita de tanta agua para su crecimiento», apostilla. En cuanto a la producción de las plantas también es mayor, «pero lo más interesante es su resistencia», incide.

Pronto comenzará el ajetreo de la venta, pues se aproxima la campaña de plantación. «Este año, por el tiempo que ha venido frío de últimas, parece que se está retrasando algo, pero ya no se tardará en plantar y la temporada fuerte acabará entre el 15 y el 20 de mayo, más o menos», cuenta Mario recorriendo esos interminables pasillos por los que el color verde va pasando por diferentes tonalidades. «El año que viene tendremos más plantas injertadas y con este proyecto he conseguido generar un nuevo puesto de trabajo. Ahora la idea es llegar a tener tres o cuatro más», añade. La parte más difícil, la de conseguir la fórmula del injerto, ya la consiguió aquel chaval que enmacetaba flores y que hoy hace que broten en Viveros Los Melgares proyectos de futuro.
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