06/11/2019
 Actualizado a 06/11/2019
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Hablamos de ‘generaciones’ de Derechos Humanos –aquellos de los que es sujeto toda persona, en virtud de la dignidad humana que le es propia–, porque su reconocimiento y plasmación en textos se ha dado en distintos momentos históricos. La suya es una historia de conquistas y del empeño en avanzar hacia una sociedad mejor, en la que primen los valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad.

La ‘primera generación’ de Derechos Humanos tiene su primer reconocimiento en la Revolución Francesa. Son conocidos como Derechos Civiles y Políticos, la libertad es el principio que los inspira y tienen su razón de ser en preservar una esfera privada del individuo en la que el Estado no pueda intervenir, por lo que se conocen como «derechos negativos».

Estos derechos han sido reconocidos por distintas Declaraciones y de todos ellos me quiero centrar en el que plasma el artículo 17 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos: «Nadie será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y reputación», que también recoge la Declaración Universal de Derechos Humanos en su artículo 12.

Me interesa hoy precisamente la injerencia ya que la semana pasada hemos conocido la noticia de que el Instituto Nacional de Estadística controlará durante varios días todos nuestros movimientos a través de los teléfonos móviles. Sabrán a qué hora salimos de casa, a qué hora regresamos y que hemos hecho entre tanto, hasta los bares y tiendas en las que nos hemos parado. Qué miedo me da.

Alegan, para justificar tamaña injerencia en nuestra vida privada, que «la información es relevante para averiguar cuáles son los desplazamientos habituales de la población y, por tanto, dónde se deben prestar los servicios públicos y reforzar las infraestructuras». Pero, no debemos olvidar que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.

Nunca antes ningún poder político ha tenido la capacidad de control sobre los ciudadanos como ahora. Ya no podremos decir aquello de: el que quiera saber tanto como yo, que ande conmigo. El Estado sabrá de nosotros más que nosotros mismos. Pavor me da.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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