Secundino Llorente

Inimaginable pesadilla

16/04/2020
 Actualizado a 17/04/2020
Guardar
"Hola, Secun. La semana pasada me pasó un compañero del instituto tu artículo en el periódico de León sobre el coronavirus. Me gustó y desearía darte algún apunte para el próximo. No sé si caes en la cuenta de quien soy porque ya hace dieciséis años que dejé el Lancia, pero acaso te recuerdes de que me desmayé en una aglomeración en el Vaticano en el viaje a Italia o que me desanimabas de ser enfermera porque me veías muy flojilla para hacer frente a los duros cuadros hospitalarios. Posiblemente debí hacerte caso porque he rodado mucho por clínicas estos años, pero en el último mes ha saltado el chivato de la alarma para decirme: «Basta, no puedo más». Hace ocho días empecé a sentir síntomas de coronavirus y el lunes he dado positivo en la prueba de Covid-19. No te preocupes porque estoy mejor ahora enferma que antes de caer. Vivía sola para no contagiar a mi familia en un hotel en el que sólo me quedaba tiempo para dormir. Trabajo en un hospital del sur de Madrid donde me cogió de lleno esta pandemia. Por mucho que yo te diga jamás voy a reflejar la tragedia diaria de mi realidad en la UCI durante casi un mes.Es triste trabajar doce horas diarias sin descanso y sin material necesario para no contagiarte. Me despertaba cada mañana preocupada por si notaba síntomas de algún tipo. Entraba con la sonrisa en la UCI porque algunos estaban pasando por una situación crítica y se encontraban completamente solos. He roto a llorar de impotencia al ver a la gente muriéndose entre lágrimas y miedo con los servicios colapsados. Secun, no sigo. Tú podrás y sabrás decirlo mejor en tu artículo, pero, por favor, deseo permanecer en el anonimato total. No te preocupes por mí, estoy mejor. Tengo fiebre aún, tos y malestar general. Pasaré el coronavirus, pero me costará más salir del bajón moral en el que me encuentro. Infórmame cuando salga publicado”.

Recibí este Whatspp ayer envuelto en otro centenar de archivos que llega cada día en el periodo de confinamiento. Realmente me impresionó. Tengo que reconocer que tu relato ha impactado de lleno en mi ánimo ya débil después de más de un mes encerrado en casa. Pensé en reescribir la historia transformando el relato del Whatsapp como tú me pides, también valoré enviar solamente tu texto porque en él está todo y no tiene desperdicio. Finalmente he decidido mantener el texto original y añadir algún comentario personal porque esto no deja de ser un artículo con mi opinión.

Intentaré verlo desde todos los ángulos posibles: El Covid-19 sigue siendo un misterio del que conocemos apenas unos síntomas de fiebre, dolor de garganta, tos o dificultad respiratoria. No sabemos nada de su origen y, lo más importante, no existe ni cura ni vacuna. A unas personas apenas si les afecta y a otras las mata de repente. Ese misterio es lo que más nos asusta. Los medicamentos aún no están contrastados, lo que para unos va bien, para otros acelera su gravedad. Paracetamol para bajar la fiebre y el resto: «palos de ciego» hasta que tengamos la suerte de matar el virus. Las UCI son la última tabla de salvación para los enfermos más graves, pero han estado demasiado solicitadas e, incluso, colapsadas. Los médicos y enfermeras nos merecen el máximo respeto. Son los profesionales que se la juegan cada día intentando salvar vidas con gran vocación y mucho riesgo. Tomar decisiones siempre desgasta. Me imagino su vida diaria en los hospitales recibiendo riadas de enfermos y tomando constantemente decisiones sobre tratamientos, medicamentos y, lo más difícil, elegir entre dos enfermos a quien van a intentar salvar. Seguro que en sueños cada noche vuelven a revivir esa terrible decisión. Los enfermos son los importantes en cualquier pandemia de gripe, pero en este caso aún más porque el porcentaje de muertos es considerable, especialmente en los ancianos y enfermos. Tienen miedo, mucho miedo porque conocen perfectamente a lo que se arriesgan.Están solos, muy solos, no puede acompañarlos ningún familiar por miedo al contagio. Tienen fiebre, dolores, se ahogan y se sienten abandonados. Los médicos y enfermeras, aunque desean ser amables, no tienen tiempo. Y ya pasamos de dieciocho mil personas muertas. Y nuestra enfermera a la que entendemos su terrible Whatsapp. Vivía sola en un hotel. Imagino sus problemas para conciliar el sueño después de las vivencias acumuladas. Mientras se aseaba, se observaba para descartar los síntomas. Quería protegerse antes de entrar en la UCI, necesitaba protegerse, pero escaseaba el material de protección. A pesar de todo y haciendo de tripas corazón, saludaba sonriente a sus enfermos a los que iba a dedicar doce horas diarias.¡Qué valor y qué entrega!Sólo por vocación y amor esto es posible. Lo dice ella, «he roto a llorar de impotencia al ver a la gente muriéndose entre lágrimas y miedo».Entiendo que prefieras estar pasando la enfermedad a vivir aquello.

Querida alumna y querida enfermera. Te aseguro que me he emocionado al revivir los golpes con los que el virus te ha marcado para siempre. A todos, a tus compañeros y a mí también este bichito nos ha cambiado las vidas porque nos ha encerrado a cada uno en nuestra celda y en un solo mes ha conseguido que tengamos la sensación de «habernos dormido en un mundo y haber despertado en otro muy diferente». De repente Nueva York ya no es la ciudad que nos asombra, París tampoco es romántica, Roma no tiene encanto y la plaza de San Pedro del Vaticano, donde tú te desmayaste porque te faltaba aire para respirar por el exceso de gente, ahora ha pasado a estar totalmente vacía y sin un alma, como hemos podido ver esta semana santa en las misas del Papa. Sí, ahora otra vez la gente vuelve a ir a misa, aunque sea por la televisión. En este nuevo despertar nos aseguran algo inaudito e inverosímil:en el centro de Londres y Madrid ya se respira un aire puro, los abrazos y besos se convierten en armas peligrosas y entre padres e hijos el más alto grado de cariño está en vivir separados, aislados y distantes, como hoy te sucede a ti en la soledad del hotel. «¡No nos gusta este mundo del coronavirus!». Tus compañeros del Lancia van a leer este artículo y todos rogaremos para que superes el Covid-19 y para que olvides pronto el terror de la UCI. Te mereces nuestro homenaje, cuenta con nuestro cariño. ¡Que Dios te recompense lo que has sufrido este mes! Estoy seguro de que lo vas a recordar toda tu vida. Deseamos recibir pronto la noticia de que ya es un hecho la ansiada ‘vacuna’ que nos devuelva a nuestro mundo anterior para poder fundirnos en un abrazo y escribir juntos un largo artículo con los recuerdos de esta «inimaginable pesadilla».
Lo más leído