12/06/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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En tiempos de Vespasiano la mayoría de los habitantes de la región Layetana, en la que vive el cronista, eran «ingenuos» es decir: nacidos libres. Este mundo rural de cuidadores de viñas y alfareros, de siervos y libertos, formaba parte de la provincia Tarraconense y vivía la ‘pax romana’. Y a todos les concediera el emperador el ‘ius latii minus’, el derecho romano aplicable a todos, que venía a confirmar lo concedido por el emperador Claudio, quien les había otorgado la inmunidad y la libertad de impuestos.

Ahora, después de 20 siglos, y metidos de hoz y coz en la modernidad más moderna, los habitantes de la tarraconense nos encontramos en medio de una lucha de poderes, y hasta podemos vernos abocados a la ‘Residualización’, ‘palabro’ utilizado por Jordi Pujol en artículo publicado por el diario Ara, para dar nombre a la situación de supuesta dependencia del estado español, opresor donde los haya, y persistente perseguidor de los nacionalistas que, como don Jordi, se aplicaron a esconder caudales con animosidad y alevosía.

Por eso, el cronista, romanizado hasta la médula, temeroso de perder ahora, no solo la ‘pax romana’ sino también su ‘ingenuidad’ (nada de inmunidad y a pagar impuestos) vuelve los ojos a su tierra leonesa y siente la nostalgia de sus poetas que celebran el 4º aniversario del Agora de Poesía, los últimos viernes de cada mes, delante de San Marcos.

Y eso que algunos de los poetas hodiernos sostienen que la poesía no es un arma adecuada para cambiar el mundo; aunque, frente a ellos, otros, en cambio, sostienen que es precisamente la poesía la que es capaz de fabricar el deseo de cambiarlo todo, y de una vez por todas, abandonando al cabo esta inmadurez perpetua rayana en la cobardía. Ingenuos, sí; es decir: libres. Poetas de la verdad a machamartillo; aunque sin armas, por supuesto.

No es, pues, que la poesía deba ser «un arma cargada de futuro» como proponen algunos, seguidores del gran Celaya, sino que debiera estar cargada del recto pensamiento que es el que proporciona al individuo la claridad y la fuerza suficientes para enfrentarse al mundo. Muchos Antonio Machado nos hacen falta. Porque la ‘residualización’ que preconiza don Jordi también avanza en la poesía.

En León tuvimos un poeta ‘ingenuo’, libre y grande; se llamaba Agustín Delgado, y lo hemos ido dejando «entre las flores olvidado». De vez en cuando habría que volver a su legado y tomar de él su amor a la verdad que nos hace libres. «Porque hemos llegado/ a un tiempo en que es mejor/leer historias tristes/ que decir una sola palabra verdadera».
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