Infinitivos de banderas

14/07/2020
 Actualizado a 14/07/2020
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No deja de sorprenderme la capacidad de las telas para hablar, incluso para sentenciar vidas. Lucir banderas sobre el pecho enorgullece o altera. Besarlas, es el fin de la mili. Vestirlas, una declaración de intenciones. Escupirlas otra. Multiplicarlas, es ánimo en un ascenso futbolístico. Quemarlas, un asesinato en ciernes. Diseñarlas, enamoramiento velado a la tierra sobre la que se izan. Son todos los infinitivos y su peso específico no supera el de diez pañuelos unidos. Una tela o un girón de piel bordado. Pero nadie duda que la identidad sale de las agujas. El Bierzo lo supo y hace veinte años consiguió parir un símbolo, el suyo, el que luciría en los balcones de sus 37 municipios para hacerse fuerte. Definir su historia y el sentimiento de una tierra única comarcalizada dentro de un lienzo de tela fue casi una lucha filosófica. El bercianismo y sus colores blanquiazules luchaban por destacarse. La Cruz de San Andrés salía de la vertiente más purista de la historia. Y faltaba decir más. Quedaba la agroalimentación, la mina, el simbolismo de la Cruz de Peñalba… De lo que no somos en el Bierzo es de cócteles, pero esta vez funcionó la mezcla. Todo dentro y, tras un par de vueltas, conseguido. El Bierzo tenía emblema y crecía tras su bandera. Eso hizo más bercianos a los bercianos y a los demás, les importó poco.La comarca tiraba de bíceps para hacerse fotos entre los propios, pero desde donde se ponía en valor el músculo, se respondía mirando a otro lado. El miedo a la identidad sepultó a un Consejo Comarcal nacido para ser la administración única de una comarca con bandera. Lo dejó en un ko técnico pasivo y en una súplica perpetua a la materadministración, primero con las armas en alto y después, disimulándolas a la espalda, dando por bueno lo que no lo era. Los cumpleaños sirven para recuperar esos sentimientos y hacer balance de esas dos décadas que se ve nítido sobre las aguas del Sil: El Bierzo, siempre a la cola.
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