Indios y vaqueros

09/11/2017
 Actualizado a 15/09/2019
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El otro día en una cena con unos amigos y como no, la política encima de la mesa ocupó gran parte de la velada, siendo protagonista del debate. Es curioso ver de que forma la crisis catalana está haciendo mella en toda nuestra sociedad. En un momento concreto un invitado aportó un dato, «80, 20». Nos quedamos perplejos ante el comentario hasta que aclaró, «el 80 % de la población sigue al 20 % restante». Un dato escalofriante teniendo en cuenta, que dejamos en manos de unos pocos que tomen nuestras decisiones, muchas de las cuales al final tendemos a rechazar. El espíritu crítico parece estar desapareciendo mientras que la aversión a la pluralidad va ganando terreno. Si perdemos esta última, dejamos paso a los radicalismos, cada vez más extremos y así sí, retornamos cuarenta años atrás en nuestra democracia. Es triste ver como algunos se aferran a una disputa que nada tiene que ver con nosotros, más bien con nuestros abuelos. Nuestra lucha es mantener la convivencia heredada y crear una sociedad de bienestar basada en el respeto, y que muchos en estos momentos de confusión e inestabilidad, quieren aprovechar para rescatar fantasmas de nuestra historia más reciente. Aquí sacamos nuestra bandera solo cuando gana la selección, no vaya a ser que nuestro vecino nos señale como algo que no somos, solo por que a unos pocos les interesa mantener un enfrentamiento que no conduce a nada. Pues yo les voy a decir que mi abuelo, no me educó en este sentido, me enseñó a creer en la pluralidad y en la convivencia, nunca sostuvo ninguna teoría de buenos o malos o viceversa, que lamentó lo sucedido y quería para los que veníamos, un lugar mejor, sin enfrentamientos por opiniones distintas. No entiendo a quienes no vivieron aquellos episodios, de los que solo saben por medio de lo que les han contado, sin contrastar la certeza, por que la historia es distinta en función de quien la cuente, atreviéndose hacer demagogia de lo que está bien o mal, fracturando a la sociedad y volviendo a enarbolar vítores que son impropios en el tiempo en que vivimos. A todos esto, me acuerdo de Dustin Hoffman en la película ‘Pequeño gran hombre’, un ejemplo fílmico de lo que estamos viendo y que no dista mucho de la realidad. Solo hay que pararse en una escena en concreto, el personaje a punto de morir amanos del hombre blanco grita, «que soy blanco, ¿no ves que son pinturas lo que llevo en la cara?». Al final no quedan colores con los que nos podamos identificar, ni placa de sheriff que lucir.
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