23/05/2023
 Actualizado a 23/05/2023
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La tercera acepción que recoge la Real Academia Española de la Lengua de la palabra decencia es: «Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas». Con este significado me quedo cuando me refiero a los indecentes que rociaron de ácido la escultura en homenaje a Nevenka Fernández en Ponferrada. Desconozco la autoría de los hechos, desconozco si son los mismos cobardes que hace veintidós años prefirieron la avenencia del acosador, dueño y señor de la capital berciana, a la verdad de la víctima, pero conozco un acto deleznable cuando lo presencio y ambos lo han sido. En 1995, el Código Penal español incluyó por vez primera el delito de acoso sexual. Fue en 2002 cuando se produjo un hito en España, al registrarse la primera condena a un político por este delito. El político en cuestión fue Ismael Álvarez, quien ocupaba el cargo de alcalde de Ponferrada en aquel momento. Esta condena fue el resultado de una querella criminal presentada en su contra por Nevenka Fernández, quien ocupaba el puesto número 3 en su equipo. Dos años después yo aterricé en Ponferrada para convertirme en la ‘veterinaria de León’ que trabajaba por aquellos lares y enamorarme para siempre del Bierzo. Allá por el 2004 seguía aún muy viva la división de la sociedad ponferradina por el ‘Caso Nevenka’. Juan José Millás no pudo titular mejor uno de loslibros que devoré en aquellos tiempos, ‘Hay algo que no es como me dicen’, que daba voz a una mujer devastada por el acoso de un maltratador, que consiguió encontrar la fuerza necesaria para denunciarle y que la justicia condenó pero que sin embargo no contó con la opinión pública a su favor en su Ponferrada natal. No podía dar crédito que en un caso de acoso sexual demostrado, con acosador condenado, tanta gente y tantas mujeres cuestionaran a Nevenka y trataran como víctima al verdugo, participé en pequeños actos de apoyo a Nevenka siempre minoritarios y vilipendiados y asistí atónita y triste a una lección que por desgracia se repite más veces a lo largo de la vida, a veces la verdad no te hace libre sino que te condena como condenó a Nevenka al exilio y al maltratador a la categoría de mártir. Han tenido que pasar veintidós años, al ver las rrss llenas de mensajes y reconocimientos tras la emisión del documental de Netflix me he alegrado mucho por ella pero no he podido evitar sentir una punzada de fría tristeza al constatar que mucha gente se moja por lo que piensa o cree justo cuando no arriesga nada o incluso cuando piensa que gana como defensor/a de causas nobles porque cuando realmente hizo falta los silencios fueron tan grandes que solo se escucharon a los indecentes que hoy vuelven a sentirse lo suficientemente fuertes para intentar, otra vez, emponzoñar la verdad de una mujer acosada y maltratada aunque lo único que han conseguido esvolver a mostrarnos su cobardía miserable. Aún nos queda mucho camino por recorrer a la hora de no culpabilizar a las víctimas cuando hablamos de mujeres víctimas de violencia machista en todas sus formas, nos echamos las manos a la cabeza con un caso de hace más de veinte años y ponemos en cuestión a víctimas en la actualidad o mostramos un apoyo timorato como a la también berciana Raquel Díaz, su maltratador está acusado de maltrato continuado e intento de homicidio, la ha dejado atada de por vida a una silla de ruedas y se repite la historia de terror, él está en libertad tras dos años de prisión preventiva y ella tiene que permanecer escondida. Sirva esta humilde tribuna pararomper silencios indecentes y procurar que no pasen veinte años.
María Rodríguez es doctora en Veterinaria por la Universidad de León (ULE)
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