30/05/2019
 Actualizado a 12/09/2019
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Los impuestos son, bajo mi punto de vista, una forma sofisticada de robo. Y me quedo tan ancho; y no me arrepiento de decir esta barbaridad, ni mucho menos. El ciudadano normal, común y corriente, se ve asediado por una avalancha de ‘quitas’ en sus ingresos. Y no hablo sólo de los normales, los que sabes que tienes que pagar, sino también, y sobre todo, de la retahíla de extras que tienes que pagar, sí o sí, cuando consumes gasolina, tabaco, luz o te bebes una botella de vino: los más que injustos impuestos indirectos. Sé que el Estado tiene que hacer frente a unos gastos ineludibles, necesarios para que funcione. ¿Y cómo se pagan esos gastos, por demás espeluznantes en muchos casos? Pues con tú dinero y el mío, camarada. El Estado te quita de tú sueldo un 15%, más o menos, y luego, cuándo llega la calor, por el mes de mayo, tienes que regularizar tú situación fiscal con el Impuesto de la Renta. Qué conste qué no me parece mal. Los hospitales, las escuelas, las carreteras, los servicios sociales, deben de funcionar como un reloj y la pasta, tu pasta, es el lubricante que hace que suceda. Aunque uno odie al Estado, que lo odia, entiende que esos servicios son esenciales. No lo es tanto la cantidad extraordinaria que se gasta, por ejemplo, en armamento, en los sueldos de las fuerzas y cuerpos de Inseguridad, en los militares que se jubilan (si no tienen graduación), a los cuarenta y cinco años y que después siguen cobrando una pensión de 600 euros por estar sentado en su casa. Pero, mira, también puedo tragar por eso. Lo que me parece una inmoralidad es que, además del Estado, las distintas Juntas que gobiernan las diecisiete autonomías y los ayuntamientos tengan el poder de imponer impuestos. ¿A qué coño jugamos? ¿Para qué sirven estos impuestos que nos imponen? Vale: concedo que para arreglar las calles, tener agua corriente o alumbrado. Pero para derrocharlos, en muchos casos, en obras faraónicas, (aeropuertos con dos vuelos al día, palacios de congresos infrautilizados, subvenciones a los amigos), y para que roben los políticos, no tiene sentido. No sé si os habéis dado cuenta que la inmensa mayoría de las ‘mordidas’ de los políticos y sus partidos nodrizas se han dado en el ámbito de las administraciones local y autonómica. ¿Por qué? Pues porque el Estado, ¡gracias a Dios!, tiene más mecanismos de control. En el caso de los ayuntamientos, de las diputaciones, de las juntas, brillan por su ausencia, o se maquillan la mayoría de las veces.

No comprendo cómo un alcalde de un ayuntamiento (puesto que es un puestos voluntario), de mil habitantes puede tener un sueldo fijo y además cobrar una dieta cada vez que acude, (¡qué es su obligación, por Dios!), a una comisión de gobierno o a un pleno. Sin ir más lejos: el alcalde de mi pueblo recibe 16.000 euros al año por cumplir su cometido. No quiero pensar cuánto cobra el alcalde de un ayuntamiento de diez mil habitantes...

Toda esta provocación viene a cuento del cisco que se ha formado por las donaciones, en forma de aparatos carísimos que sirven para tratar el cáncer, de Amancio Ortega. Se ha montado la mundial, como todos sabéis. Que si es un jeta, que lo hace para evadir impuestos, que si patatín, que si patatán... A uno, que nunca a comprado en sus tiendas y que, por lo tanto, no ha contribuido a que sea el tipo más rico del país, le parece bien que un tipo con tantos posibles gaste lo que le dé la gana en lo que le dé la gana. Si los hospitales aceptan sus máquinas, aquí paz y después gloria. ¿Qué no las quieren? Perfecto. Él es muy libre de enviarlas al Congo o a Venezuela, pongo por caso. Un tipo que paga un sueldo a cincuenta mil personas en España me merece todo el respeto.

También escucho, ¡en los bares, cómo no!, que el dueño de Mercadona es otro ladrón, explotador, etc, etc. Ese paisano emplea a ochenta y cinco mil personas en España. Una puta broma. Estos, y cualquier empresario, incluso los autónomos, tiene que pagar a Estado una parte nada desdeñable por cada trabajador que contratan, y, os lo aseguro por experiencia, o pagas o te cierran el chiringuito. ¿Qué cojones me importa a mí que el señor Roig tenga un equipo de baloncesto o un avión privado? Mejor para él.

Digo todas estas cosas siendo como soy partidario de una sociedad dónde no existan ni ricos ni pobres, dónde ojalá las empresas fuesen cooperativas, dónde todo el mundo pudiese opinar en algo en lo que le va el garbanzo... Una sociedad, en suma, mucho más igualitaria que la actual.

Pero estos chicos de la progresía, los que protestan por lo de la donación de Ortega, tienen la puta costumbre de cogérsela con papel de fumar. Y así no hay quién se haga una paja en condiciones.

Salud y anarquía.
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