10/09/2022
 Actualizado a 10/09/2022
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Al otro lado de la ventana bailan unos cabezudos. He visto a un pirata con parche, a una mujer sonriente, un mono, un ratón, un bandolero con un ojo pipa. Horas antes había encontrado estas cabezas en el suelo, en el rincón de una plaza. Ahora están vivas y bailan, locas, giroscópicas, por mi calle.

Me he levantado del ordenador en el que estaba escribiendo y he ido hacia la ventana. Los cristales tiemblan por la música alta que llena la calle.

La he abierto.

Hay fiestas en esta ciudad.

No sólo lo sé por la presencia de los cabezudos al otro lado de la ventana, sino que ayer fuimos con unos amigos a ver los fuegos artificiales. Me di cuenta de que hacía mucho tiempo que no veía fuegos artificiales. Entre nuestros amigos hay una pareja que tiene dos niños pequeños. El más pequeño de los dos, que estaba sentado cerca de mí, miraba las estrellitas de los fuegos y se las comía con los ojos. Después de la traca final empezó a dormirse.

Creo que las fiestas gustan a muchos no sólo porque son días distintos y con suerte no se trabaja, sino porque la repetición de las costumbres crea la ilusión de que el tiempo no pasa. Muchos encuentran algo consolador en esto. A mí lo repetido me produce una sensación contradictoria. Los cabezudos, los trajes regionales, las procesiones, los pasacalles, la feria y sus cacharros, las orquestas con los éxitos de siempre.

Me gustaron los fuegos artificiales y me gusta bailar en las verbenas, pero las fiestas siguen y yo sigo escribiendo. Entro en la página blanca y la música cada vez suena más lejos.

Releo algunas palabras que subrayé en ‘Me llamo Lucy Barton’, de Elizabeth Strout: «Pienso en Jeremy cuando me dijo que tenía que ser implacable para ser escritora». Y para Lucy Barton eso significa muchas cosas: no ir donde no quiere ir, buscar tiempo tiempo tiempo (siempre esta lucha) e incluso romper con un matrimonio que, si continuaba, haría que no escribiera otro libro, no al menos como el que ella deseaba. «Pero en realidad, creo que el ser implacable consiste en aferrarme a mí misma, en decir: ¡Ésta soy yo!».
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