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‘Impeachment’ europeo

11/02/2020
 Actualizado a 11/02/2020
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Siempre está de moda hablar, escribir y debatir sobre los problemas norteamericanos, criticar a los yanquis, incluso llegar al ridículo o falta de respeto. Se trata de una cantinela que siempre se repite cuando a ciertos sectores de la política europea no les agrada el presidente norteamericano de turno.

Lo que no manifiestan ciertos plumillas a las órdenes de la propaganda oficial del absurdo es que el pueblo norteamericano posee una Constitución que protege al pueblo de sus dirigentes cuando éstos incurren en prepotencia, abuso de poder y ocultación de información muy sensible que afecta a las relaciones internas y externas de su política y que es el legislativo el que denuncia e investiga para que se inicie un proceso de destitución por vía democrática.

Con otras palabras, un proceso de destitución que se desarrolla cuando el que ocupa el sillón presidencial se cree que ha tomado posesión de su emporio particular y hace de su capa un sayo adoptando atribuciones que no son de su competencia y escamoteando información importante al Congreso, Senado y al pueblo, tomando decisiones que podrían acarrear consecuencias graves, o bien usando el despacho para ejercer abusos de todo tipo.

La corrección de esa trayectoria se llama destitución y la ejerce el Congreso y los congresistas forman las comisiones necesarias para realizar la investigación por medio de los órganos pertinentes que tiene la nación y que debe corroborar después el Senado.

Si el Presidente es imputado y se demuestra que ha cometido los excesos que se le atribuyen debe dejar el nido dorado y se va sin más.

No se judicializan los actos políticos, ni hay juicios paralelos en la prensa, ni idas y venidas de politicastros que ejerzan componendas vergonzosas, porque la mayoría de los congresistas y senadores anteponen a su partido, el interés general de la nación y su patriotismo.

Un abuso de poder, la utilización de los espacios políticos para su beneficio personal o de su partido, la ocultación de datos, entorpecer la investigación de una comisión, mentir a sabiendas, en definitiva, mostrar maneras de un dictadorzuelo con poco estilo y ser un cretino monosabio, pueden constituir motivo de destitución sea cual sea el partido al que pertenezca el negrero de turno.

Por supuesto que los medios de comunicación prestan un servicio impagable porque, a veces, parte de ellos el hecho de que comience este proceso tan interesante por sus investigaciones periodísticas y no por constituirse en jueces y parte como nos tienen habituados en muchas tertulias televisivas y desde las páginas de los diarios nacionales en Europa.

La vieja Europa no lo ha contemplado nunca y el bebé europeo actual ni por asomo quiere seguir estas pautas porque sería peligroso para la estabilidad de la inmensa burocracia que se ha creado en Bruselas que comprobamos estos días con las injerencias en las decisiones judiciales españolas, las negaciones a las peticiones de extradición, el ninguneo de ciertas naciones negando extradiciones y el choteo hacia nuestros derechos constitucionales. Naturalmente se produce este asunto por el hecho vergonzoso de la política española, sus bandazos y decisiones ‘contemporarizadoras’ con aquellos que cometen transgresiones muy graves repitiéndose situaciones históricas ya conocidas como en un bucle trágico y extraño.

Europa, comandada por Francia y Alemania, tiene una hoja de ruta equivocada y con una deriva que más tarde o más temprano le producirá problemas sin cuento debido al suicidio colectivo que supone el abandono de los principios humanísticos que siempre le han caracterizado, la invasión migratoria que recibe sin control y que no administra adecuadamente, unido al hecho de admitir partidos en sus Parlamento con escaso sentido de la democracia y el trabajo por una idea europea moderna y unitaria, al poderío de los grupos económicos y a la influencia de las maniobras de ciertas formaciones cerradas que trufan las organizaciones sociales y partidarias influyendo en las decisiones políticas y no logrando el desarrollo de sus instituciones burocratizadas y con lentitud extrema en la toma de decisiones. En definitiva una Europa vieja, anodina y sin aliento ante la escasez de sus índices demográficos y arrinconada por el crecimiento de la población foránea que acude a sus ciudades y que terminará colonizándola porque muchos no se integran en las costumbres europeas.

Esta es la realidad por mucho que nos quieran dar pinceladas de cuento de hadas y éste es el futuro para estas nuevas generaciones de europeos que están invadidos por reivindicaciones de las minorías subvencionadas, adormilados en sus propios principios y pisoteados por el ‘buenismo’ ingenuo, acaramelados ante la bonanza económica y la conquista del bienestar, pero que no se dan cuenta que puede resultar un trágico decorado.

Europa debe emprender una acelerada marcha hacia la reforma de sus instituciones, de sus leyes y acelerar el concepto de nación y sentido supranacional, adoptar el sistema de limpieza de sus engranajes políticos y considerar que un presidente de un país debe estar sometido a la consideración de las leyes constituciones por medio de un proceso de destitución al estilo estadounidense que lleve a considerar la política como algo dinámico, serio y resolutivo.

Por cierto, ¿le vendría bien esto también a ‘este país’, España? Por supuesto, naturalmente, no nos dábamos cuenta que estamos en Europa, aunque sólo para ciertas cuestiones.
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