23/09/2022
 Actualizado a 23/09/2022
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Debatir es confrontar ideas y argumentos con el ánimo de intentar convencer a nuestro interlocutor o ser convencido. Discutir es confrontar ideas, pero desde la premisa de que no me vas a convencer en ningún caso e incluso, te puedo terminar soltando un bofetón a mano abierta si la cosa se calienta.

Esta capacidad de exponer puntos de vista diferentes intentando aprovechar las buenas ideas de unos y otros, nos ha hecho avanzar como sociedad desde hace siglos, sin embargo, periódicamente esta capacidad de llegar a acuerdos empieza a deteriorarse siendo causa o consecuencia de una crispación generalizada que se va retroalimentando entre la sociedad y la política sin llegar a definirse exactamente si dicha crispación llega a la política desde la sociedad o es la política la que crispa a la sociedad. Lo que está claro es que cuando esa «rueda» empieza a girar es muy difícil de parar y la bola de nieve del encabronamiento generalizado se hace más y más grande.

Yo que tuve el honor de impulsar la marca ‘León cuna del parlamentarismo’ desde mi pasada responsabilidad pública en el Ayuntamiento de León, me he preguntado muchas veces cómo transcurrirían aquellas Cortes de 1188 en las que junto a los nobles y al clero, se dio voz a representantes de los ciudadanos.

Nuestra mentalidad del siglo XXI nos hace pensar en aquellas Cortes como las cortes actuales en las que todo el mundo habla “de tú a tú”, pero imagino que, aunque totalmente innovadoras y revolucionarias para la época, aquellas Cortes distarían mucho del parlamentarismo actual y el peso de cada uno estaría muy condicionado a lo que tuviese.

Sin embargo, fuese como fuese, tras más de 800 años, lo que la humanidad recuerda de lo que salió de aquella exposición de ideas conocida como los Decreta de León, es el testimonio documental más antiguo del sistema parlamentario europeo pasando a ser ‘Memoria de la Humanidad’ por la Unesco.

Ahora, como en tantas otras épocas de la historia, volvemos a estar en el punto en el que el péndulo de la sociedad se desplaza hacia el lado de la crispación, donde parece imposible llegar a posturas cercanas que nos haga llegar a acuerdos que reviertan en beneficios para la sociedad tanto presentes como futuros.

Ahora los parlamentos se han convertido en cuadriláteros de lucha libre o en el mejor de los casos, escenarios de ‘El Club de la Comedia’ donde abundan los parlamentarios a izquierda y derecha que garantizan su propia supervivencia envenenando la opinión publica y enfrentando a los ciudadanos de manera que ellos puedan seguir viviendo bajo el paraguas de lo público toda la vida.

Ahora en los parlamentos se escuchan barbaridades que mandan un mensaje muy triste y peligroso al ciudadano. Un mensaje de falta de respeto, de pelea de callejón oscuro, de poca empatía y de una absoluta imposibilidad de llegar a acuerdos. Me gustaría ver cómo se verá dentro de 800 años el parlamentarismo actual.
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