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Imaginen la escena

29/08/2020
 Actualizado a 29/08/2020
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Se trata de una viñeta de Borges. Un engolado e inexpresivo burócrata recoge datos ante la pantalla de un ordenador, tecleando con sus tres esperpénticos dedos mientras interroga a una mujer de párpados cansados, un tanto encorvada bajo una pesada mochila. La cabeza de la joven inspeccionada además, parece ser la diana de dos desiguales hileras de rizos, que semejantes a pequeñas culebrillas nerviosas, salen de su cabeza como disparadas para luego permanecer erguidas y triunfantes, como desafiando a la ley de la gravedad y retando la aparente sensación de desánimo de la acometida.

¿Profesión?

Animadora, educadora, actriz, mamá, psicóloga, guía turística, acompañante, traductora, ponente, lingüista, psiquiatra, diseñadora, formadora, escritora, dibujante, y paseante.

Todo eso no cabe – dice el burócrata–.

Pues ponga maestra que es lo mismo.

Es la marca de la casa, adaptarse a las dificultades y cambios, llámense caprichos legislativos o experimentos pedagógicos. Decía D Miguel de Unamuno: «Acostumbro a decir a los maestros cuando les hablo de pedagogía que esta es como una colección de moldes de quesos de todas formas y tamaños, pero con los cuales no pueden hacer el queso, porque les falta la leche y el cuajo para hacerlo, mientras que con estas primeras materias puede, en rigor, hacerse el queso en cualquier recipiente, y, si nos apuran, hasta a mano».

Toca pues poner leche y cuajo, la primera que sea de la buena. El fermento lo debemos llevar los docentes de serie. Los moldes, a saber, con la que está cayendo.

Después de aquellos meses acristalados de trabajo intenso con multitud de directrices, con formaciones maratonianas para poder mantener el contacto online ya fuera por Teams, Meet, Classroom, Zoom, o cualquier otro auxilio digital, empeñados en procurar el consabido aprendizaje y bienestar emocional a nuestro alumnado, las altas instancias tardaron semanas en sentenciar lo obvio: se ha producido un agudizamiento de la brecha social y digital. Por eso es necesario, aunque el riesgo sea considerable, volver. Ahora toca mirar hacia delante intentando zafarse de lo obvio y haciendo un esfuerzo para que niños, niñas y jóvenes puedan seguir formándose académica y humanamente, en interacción.

Recomendaba recientemente el virólogo Antonio Alcalá del CSIC en un curso de verano sobre estrategias de vigilancia y control de la pandemia que de cara al otoño y a la vuelta de espacios cerrados, «puede ser una precaución añadida ventilar, ventilar y ventilar». También los desánimos y miedos.

Imagínense la escena…y recen.
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