Ildefonso Rodríguez: "Cada hecho era un paso en la embriaguez de lo real"

El autor acaba de publicar un libro singular, de juventud, de curioso título: 'Ciclo Tierra de Campos (inacabado). Aventuras de tres amigos en los tiempos del Nacionalcatolicismo'

Fulgencio Fernández
24/12/2019
 Actualizado a 24/12/2019
El leonés Ildefonso Rodríguez en su faceta literaria participando en una lectura de poemas de alguno de sus libros. | L.N.C.
El leonés Ildefonso Rodríguez en su faceta literaria participando en una lectura de poemas de alguno de sus libros. | L.N.C.
Ildefonso Rodríguez es uno de esos clásicos felizmente inevitables de la vida cultural leonesa. Su barba puede aparecer encualquiera de las mil y una aventuras en las que se embarca desde su ocupación original de poeta, para saltar a la prosa, a la música, al jazz, la improvisación, la escena, su Jaula 13, su aula taller de improvisación o el paisano que pasea por la ciudad —o por ese Villabalter de su refugio— con sus amigos y deja conversaciones que bien podían ser conferencias.

Bien parece que entiende la vida como reciprocidad y después de repetir que él le pide a los poemas "que me cuenten algo", parece que asume el compromiso de también él contar algo. Ycuenta porque nunca le han faltado maestros, que una y otra vez reconoce, desde su decano Justo Fernández Oblanca, al abuelo y también maestro don Eutimio o el inolvidable profesor, para todos los que lo di9sfrutaron, Lucio García Ortega y añade a su vera a Carmen Lorenzana...

Siempre fue Ildefonso Rodríguez de no caminar solo y en aquel León de las revistas, la poesía,las conspiraciones en el Húmedo se sube a dos recordados proyectos literarios: 'Cuadernos leoneses de poesía' y 'El signo del gorrión', en paralelo con otros de su otra pasión o necesidad vital, la música, aquella que arrancó en un ‘Almacen de caramelos’, con el fallecido Raúl Ferreras, el incombustible Alfredo Vidal, los primeros pasos de Toño Cardiaco...

Y de aquellos viejos tiempos es un manuscrito del que viene hablando con frecuencia en entrevistas, haciendo dudar de su existencia. Por ejemplo, en una conversación 'en la fragua' de Manuel Cuenya le dice: "Tengo un manuscrito del que adelanto el título ("por si aparece editor"): 'Ciclo Tierra de Campos (inacabado). Aventuras de tres amigos en los tiempos del nacionalcatolicismo'. ¡Qué locura! Y encima, inacabado. Mi única defensa es tratarlo como si fuera el clásico manuscrito encontrado en un arcón; y en cuanto al subtítulo, todo hace pensar que el nacionalcatolicismo, versión patria fundamentalista del fascismo, nunca se ha ido del todo y cada día está más presente".

No era una leyenda. Existía el manuscrito, mantiene el título y el subtítulo, ha encontrado editor —Malasangre— y acaba de ver la luz (incluso será presentado el cercano día 26 en el Gran Café). Un libro fruto de lo que Rodríguez predicaba: "El que escribe siempre tiene que contar algo de lo que vio allí (esté donde esté situado ese allí)".

Yallí, en este caso, es un viaje, el mismo que sugiere en el título. "El manuscrito estaba ahí, guardado. Lo escribí cuando hicimos aquel viaje, hacia el año 1970, y lo he retocado muy poco, lo justo, para publicarlo ahora", apunta Ildefonso Rodríguez. Es, por tanto, un "libro de juventud, sobre un viaje de alguna forma iniciático, y está dedicado a la memoria de mi padre, que alcanzó a ser anciano, pero también a los tres amigos –Juanjo, Miguel, Rafa– que compartieron viaje o viajes conmigo».

Forma parte el libro de un proyecto que el propio autor explica: "El proyecto es el titulado Ciclo Tierra de Campos y pretendía abarcar un amplio territorio narrativo, tramado con las lecturas de aquellos tiempos (iniciáticas, luminosas, fragmentarias) y con unos sucesos biográficos. Los sucesos se limitaban al viaje de unos pocos días que tres amigos hicimos por los pueblos de la comarca de Sahagún de Campos, en nuestra provincia de León. La alegría de los excursionistas, la juventud, la amistad, el vino (y el primer hachís) provocaron que todo cobrase un relieve, que cada hecho fuera un paso en la embriaguez de lo real maravilloso, lo simbólico, la conciencia de una magia cotidiana y el mito. Un estado que se suponía extranjero (ante todo) y romántico".

Recuerda además que otra de las ineviatables influencias, la de las lecturas, era singular: "Las lecturas eran gozosamente desordenadas, ávidas siempre. La Rama Dorada y Homero, el Manifiesto Comunista, Octavio Paz, Novalis, el nouveau roman, Lorca y Rimbaud. Y la tensión siempre, la entropía (una de nuestras palabras de entonces) de una obra abierta (otra) que superase la delimitación genérica: poesía y prosa entrecruzadas para llegar al relato de lo que se hacía necesario contar, la raíz". Y, resume, "los resultados de aquel proyecto saltan a la vista, su ambición, su inmadurez. Las notas y los apuntes siguientes (quedó un mazo de fichas) son un testimonio de aquellas pasiones, naturales en el escritor joven y embalado. También, el consuelo de que siempre merece la pena intentarlo".

El relato, dividido en cinco capítulos, aparece salpicado de poemas. En la contraportada figura también un poema, obra de los editores de Malasangre, que busca resumir el contenido del libro: "Fábula y rueda de los tres amigos. / Tiempos de ira y miedo, tierras de taberna y camino. / (…) / Estaban los tres arrebatados. / Abel / Sindo / Efraín / Bajo una tormenta en las eras de Grajal. / Con la momia del dictador aún viva. / El hijo de militares. / El hijo de maestros. / El hijo de labradores. / Dominados por el ansia en un espacio inerte, en las junturas del llano. / (…) / Al ritmo de Charlie Parker, Thelonious Monk, Miles Davis, Lester Young, Ornette Coleman y John Coltrane, bulle un bulto de palabras. / Cuando se hundieron en las formas puras / y bailaron sobre la tumba de la momia". Buscaba resumirlo. Y lo resume.
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