23/01/2020
 Actualizado a 23/01/2020
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Ese que dice que va uno de un pueblo a León y, como estaba enfadado con la parienta, le compra un loro para ver si hacían las paces. Llegado a su casa, se lo enseña y ella entra en un frenesí de alegría. «Muchas gracias, mi amor. Me hace mucha ilusión; pero se te olvidó comprar una jaula. No sé dónde lo vamos a poner esta noche». «No te preocupes», –contesta él–, «esta noche que duerma en el gallinero y mañana voy a comprar la jaula». Así que llevaron al loro con las gallinas. Como era de noche, el pobre no se enteró de nada y se dispuso a dormir tranquilamente. Al alba, el gallo, dueño del harén, se puso a la puerta de la gatera de salida al corral y con su báculo de la felicidad se cepilló a todas las gallinas como era su deber y su gusto, una a una, hasta que solo quedó el loro; éste, comprendiendo el destino que le aguardaba, se acercó a la salida con la cabeza erguida y le dice al gallo: «Oiga, compañero, que el amo me ha traído aquí de profesor de idiomas, no para que ningún cabrón me dé por el culo». Y salió de aquel trance con bien y conservando su dignidad. La dignidad...; seguramente sea lo único que nos quede al final de esta extraña, rocambolesca y divertida legislatura que acabamos de empezar. Esta será, sin duda, recordada por los memorables momentos que nos harán vivir las doñas, ahora dueñas absolutas de ese ministerio que llaman de Igualdad. ¿Igualdad de qué?, ¿igualdad para qué? Si ni siquiera los hombres, (o las mujeres), son iguales entre sí, ¿cómo demonios vamos a ser iguales entre los géneros? Ya sé que las más radicales entre las mujeres quieren saltarse todas las leyes de la biología, pero, para su desgracia, no van a poder. Los hombres no pueden parir y, a partir de esta verdad, está todo dicho. Además, ¿no están ellas todo el día dando la murga con lo de la ‘diversidad’? Uno, inocente como yo sólo, pregunta: ¿existe mayor, mejor y más entretenida diversidad que un hombre y una mujer?

Lo del chiste del loro viene a cuento de unas declaraciones, (bien es cierto que realizadas hace dos o tres años, antes de tocar el pelo del poder), de la nueva directora del Instituto de la Mujer, en las que venía a decir que un hombre hasta que no prueba una buena tranca en su orto, no es un hombre completo. Puede ser, no digo que no, pero tendrá derecho a vivir con esa incertidumbre hasta el día de su muerte. A parte de una estupidez como un piano de grande, va en contra de los derechos fundamentales de una buena parte de la población masculina. El hombre, (como la mujer), es libre de escoger su orientación sexual sin tener que probar todas para poder elegir la suya. Uno, que ya es viejuno, ha vivido toda su vida haciendo ayuntamiento sólo con mujeres y cree, sinceramente, que en ese aspecto de su existencia, (por otra parte esencial), ha sido más feliz que una perdiz. Como ya os he contado en alguna ocasión, tengo varios amigos y amigas que son homosexuales. Como todos sabemos de qué pie cojeamos, nunca nos hemos propuesto hacerlo entre nosotros. Y tan felices. Ellos me cuentan sus escarceos y yo los míos, consolándonos mutuamente en los fracasos, que une mucho eso de darse lástima. Pero no solamente en el tema sexual quieren que seamos iguales; se les ha metido entre ceja y ceja que todos los niños piensen igual, hagan las mismas cosas y actúen según sus normas. Tenemos el ejemplo de los catalanes y de cómo han logrado que los jóvenes que viven allí tengan un pensamiento único. Las doñas del ministerio de la Igualdad no cejarán hasta lograr que los hombres crean que son mujeres y que las mujeres crean, a pies puntillas, que les ha salido una pirula entre las piernas. Lograrán hacer una sociedad muy aburrida, no tengáis dudas. Será como volver a ver la televisión en blanco y negro, sólo que el mensaje que lanzará será el contrario al de la época del general gallego. Pero será igual de malo, igual de pernicioso. El fin último de todo este embrollo es destruir a la familia. No les gusta nada, vaya uno a saber por qué.

Se lo están poniendo a huevo a Vox para que ganen por mayoría absoluta en las próximas elecciones. En la última crisis, la única institución que no quebró, que sostuvo a la sociedad y al estado en pie, fue la familia. La familia sostuvo a muchos jóvenes que no tenían otra salida que desesperarse. Lo mismo se puede decir que ocurrió en Italia, en Malta o en Grecia. Aquí, en los países mediterráneos, es una institución esencial sin la cual los estados carecen de sentido. Pues estas igualitarias, estas trastornadas, estas pobres infelices, se la quieren cargar. Y lo lograrán, no tengáis duda. Tienen todo el aparato del estado a su disposición para conseguirlo. Y a los medios de comunicación afines, y a los sindicatos...; en suma: tienen el poder, para nuestra desgracia.

Hoy más que nunca, Salud y Anarquía.
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