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Igualdad sanitaria

12/05/2020
 Actualizado a 12/05/2020
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Omnia mors aequat (la muerte todo lo iguala) es frase cincelada en muchos de nuestros cementerios. Expresa una idea que sirve para sobrellevar la evidencia de que la vida precisamente no parece hacernos iguales. A veces, y vinculando la idea de la muerte con la de la enfermedad, que es el doloroso proceso que nos lleva a ese último e irreversible destino, llegamos a pensar también que la enfermedad no entiende de clases y dignidades, y que nadie, sea un rey poderoso o un pastor de ganado, está libre de sus padecimientos. Pero no es verdad.

La verdad es que la enfermedad sí que entiende de clases. Porque la enfermedad es un proceso vital, una realidad de vida, a pesar de que pueda conducirnos a la muerte. Y de las diferentes condiciones de vida se derivan diferentes condiciones de enfermedad. Diferencias en la probabilidad de contraerla y de superarla, y fundamentalmente diferencias en la atención en el proceso y, en consecuencia, diferencias en las condiciones de sufrimiento asociadas a la misma.

Creo que hemos naturalizado, como si fuera algo irremediable, que las diferencias sociales establezcan esas diferencias en la enfermedad. Los poderosos accederán a sistemas sanitarios exclusivos y los desheredados deberán aguardar inscritos en colas de espera interminables –y como comprobamos en los meses anteriores a esta pandemia, elásticas como el chicle en cuanto a sus dimensiones– a acceder a intervenciones quirúrgicas, a pruebas o tratamientos. Esta estúpida aceptación como normal de lo que no debería serlo forma parte del problema y de las causas de la desigualdad.

Pero ahora, con lo de la Covid-19, también nos cuentan que no todas las personas están en las mismas condiciones de atención en función del territorio en el que viven. Tasas de camas de hospital por habitante tan variables y distintas que, ponderadas por el criterio de la edad media de población y por tanto de la probabilidad multiplicada de sufrir una enfermedad, dibujan otra nueva e igual de intolerable desigualdad.
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