Ignacio Encinas: el tenor de la voz de fuego

Por Miguel Ángel Nepomuceno

Miguel Ángel Nepomuceno
24/05/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Cuando la lírica es interpretada con la perfección de los grandes maestros es cuando alcanza su verdadera dimensión y llega a los más insospechados lugares. Ignacio Encinas, el tenor de Grajal de Campos que el pasado miércoles se hizo viral con su interpretación de la canción napolitana ‘Torna Sorrento’ en el concurso La Voz, poniendo en pie a público y jurado, dio, pese a los casi 70 años que le acompañan, una breve muestra de lo que su voz de fuego de tenor «heroico» ha conseguido en los más de 50 años de profesión.

Retirado de los escenario de la lírica desde hace 8 años sus triunfos en los principales coliseos del mundo se cuentan por decenas. Covent Garden, Liceo de Barcelona, Ópera de Pekín, Ópera de Roma, de Berlín, San Carlos de Nápoles y de Lisboa, Ópera de París, Arena de Verona, Arenas de Nimes con ‘Aída’, Ópera de Valonia, Teatro Real y un largo, etc, que han llevado su nombre y el de esta tierra por todos los lugares del orbe donde ha actuado. Su línea de canto homogénea y generosa, unida a unas cualidades interpretativas como pocos intérpretes han poseído la han otorgado una longevidad canora envidiable que pese a la merma natural de cualidades mantiene casi intactos el color, el fiato y la escalada despiada hacia las zona alta de la voz. Escuchar a Encinas hoy día todavía es un reencuentro con los modelos y un ejercicio de melancolía. Poder disfrutar de su arte, compararlos y admirarlos significa volver a sus años de esplendor, cuando triunfaban en los grandes coliseos de la lírica.

Ignacio Encinas mantiene su hegemonía canora a lo largo de los años y su voz atesora un poderío y unos registros que pese al inexorable paso del tiempo le han permitido hazañas que pocos tenores pueden mostrar. Así, en abril del 2006 en el Concurso de grabaciones sin nombre que Radio Clásica en el programa Clásicos Populares que conducían al alimón Fernando Argenta y Araceli Fernández emitiendo el aria de Andrea Chenier ‘Como un bel di maggio’, superó por votación popular a tenores de la talla de Plácido Domingo, José Carreras, Mario del Mónaco, cuyos nombres no se dieron hasta el final de la citada votación, por lo que los oyentes votaban a la voz que oían sin saber si pertenecía a este o aquel tenor. Encinas tuvo la más alta puntuación de todos ellos y fue felicitado por tenores de prestigio con Aragal, o Pedro La Virgen al conocer su nombre. O cuando en 2002 colapsó el tráfico en la Plaza de Cataluña ante más de seis mil espectadores durante varios minutos después de que el tenor leonés entonara, acompañado por la Orquesta Sinfónica del Vallés, algunas de las arias más conocidas del repertorio lírico. Por eso, si el pasado jueves en ‘La Voz’ dejó boquiabierto a un jurado de música Pop más o menos conocedor de los entresijos de lírica, pero sobre todo a un público de toda edad y condición es porque el tenor de Gajal mantiene esa calidad y categoría de intérprete que jamás se extingue.

Pudimos todavía escuchar destellos de esa Voz de fuego, melodiosa y brillante, capaz de sumar sutileza de tono y color a un repertorio cantado a menudo con volumen implacable y monocromía absoluta. Eco de un tiempo que tal vez ya no vuelva a repetirse. Héroe indiscutible de generaciones de leoneses amantes de la lírica que han visto en su esplendoroso físico y en su portentosa voz al Manrico más romántico, al Don José más apasionado, al Cavaradosi más entregado o al Calaf más persuasivo. ‘Nessun dorma’ en la larga noche de la ópera. Encinas canta, el resto es silencio.
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