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Idus de febrero 5: Digan lo que digan

13/02/2022
 Actualizado a 13/02/2022
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Llegados a este punto, cuando uno ya ni distingue si lo llaman fiesta de la democracia porque cae en domingo, debo confesar que me gusta ver los recuentos electorales en televisión. Dicen lo mismo siempre y se repiten escenas al dedillo, pero qué quieren, también sucede en Eurovisión o en el fútbol y con parecidos argumentos: que si no nos votaron porque votan a los vecinos sin mirar, que si lo hicimos lo mejor que supimos y estamos contentos por ello, que si el contrario también juega y habrá más oportunidades... Poco puede hacerse la tarde de un domingo salvo esperar al lunes, así que me acomodo y espero el «gobernaré para todos» o el «no ha sido el resultado que esperábamos pero seguiremos trabajando por el bien de todos», etc. «Todos» es la palabra preferida cuando hablan de ellos.

En esta ocasión, sin embargo, las elecciones en la autonomía birreinal ofrecen suspense. Solían ser un programa anodino, como esas pelis alemanas que ponen en la pública para cumplir con la cuota europea y que provocan gran aborrecimiento de ser europeo. En el birreinato ganaba, rutinario, el equipo habitual y la intriga se desvanecía al primer avance del escrutinio. Era un escrutinio poco escrutador, pero ahora los pactos del jurado pueden retorcer (más que la última vez) la voluntad demoscópica.

La cosa tiene bemoles. Mañueco adelantó unas elecciones porque le pillaba el tren de los juzgados, que es como el de la bruja pero sin risas, y pensando en un ayusazo meseteño que le librase de una moción censora y le quitase de encima al doctor. Sin embargo, entre la España vacía y los pechos fuera de Vox están a punto de arruinarle la jugada, lo cual acabaría en un ridículo de proporciones nacionales. Porque esa es otra: a fuer de adelanto hemos salido en telediarios a cascoporro, cosa que no ha de recomendarse a nadie.

La campaña ha tenido momentos estelares: peperos dando el mitin a los animalitos de cualquier granja, el «paseo de campaña» (sic) de Ayuso en Pucela profiriendo barbaridades a su madriléñico modo, la promesa de procesiones de Semana Santa de Mañueco o el outfit «cachicán de telenovela» de los de Vox por el Húmedo, sin mascarilla ni intemperie ni ná. Con estas tontunas no hay quien pille votos desde la izquierda, que lleva mal hacer circos y decir sandeces. Tomándoselo en serio no se ganan elecciones. O, perdón, comicios.

Sería magnífico que se quedase una buena tarde, pero poniendo las votaciones en febrero se arriesga uno al «mal tiempo» que, por fin, vaticinan para este domingo. Esta casualidad puede retraer algún voto (la lumbre tira), pues estando como estamos, vaciados, quizás las urnas también lo estén. Vacías, digo.

Sobre las macrogranjas, ese locus amoenus, poco más que decir: como suele suceder se agostó el asunto entre fotos y baballadas. Qué buena tarde se va a quedar para sentarse en casa a ver el recuento. O el partido.
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