17/07/2022
 Actualizado a 17/07/2022
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El pasado 9 de mayo se conmemoró en la Plaza Roja de Moscú el triunfo del Ejército Rojosobre la Alemania nazi en la II Guerra Mundial. La parada militar, presidida por Putin, fue todo un espectáculo de casi dos horas de duración. Impresionante el desfile de cientos de soldados y exhibición de ultramoderno aparato armamentístico. Y eso que a la misma hora buena parte de los militares rusos dejaban el pellejo o despellejaban ucranianos en una ‘operación militar especial’. Pero, además de la exhibición de fuerza y disciplina, lo que más me llamó la atención fue el grito al unísono de ¡hurraaaaa!, que retumbó en el aire como una apoteosis. Mas que pronunciada exclamación multitudinaria, era como un grito de guerra, un rugido para enardecer a los guerreros y asustar a los enemigos. Clamor de animación para tocar la fibra sensible tal como si dijésemos «¡venga, cojones!».

Según Joan Corominas, hurra viene del inglés ‘hurray’. Hay un consenso generalizado de que fue esta lengua la que popularizó hurra en todo el mundo, copiada en el siglo XVIII por los ejércitos y unidades militares de otros países. Según la mayoría de los anglosajones, en un principio hurra se utilizaba como una expresión marinera, la cual derivaría a su vez de un vocablo medieval, ‘hisse’, que significa «arriba, con fuerza», empleándose especialmente a la hora de levantar un gran peso; como un fardo en la bodega de un barco, o las pesadas velas para huir de los piratas.

Sin embargo fue durante la Guerra de los Treinta Años, en el siglo XVII, cuando el cielo europeo se llenó de un nuevo grito de guerra, ¡hurra!, (¡coraje!), nacido de las gargantas alemanas, danesas y suecas. Luego, si es así, fueron los ingleses quienes, en realidad, lo adoptaron. Resulta, pues que el origen de este grito puede que sea germánico no británico, lo que nos llena de incertidumbre. ¿Y el origen escandinavo? Sabido es que el estado ruso nació de un grupo de vikingos suecos establecidos en la ruta comercial entre Novgorod y Constantinopla, cuyos descendientes gobernaron esos principados durante más de quinientos años. Otra teoría es que esta voz proviene genuinamente de la expresión ‘hur-aj’, que significa «al paraíso», como grito de guerra de las tropas rusas, en especial de los cosacos, derivado de la idea de que el hombre que muere en combate va directamente al cielo. Pero Rusia también fue conquistada por un pueblo guerrero y pagano, los mongoles, en cuya lengua nos encontramos con el grito de guerra ‘urra’. Sea uno u otro el origen, la hipótesis más convincente para mí por lo menos es que hurra sea una simple onomatopeya, es decir, una expresión nacida por imitación de un sonido natural, como puede ser un rugido: «grrrrr». En fin, un lío.

A propósito de este vocablo, recuerdo en mi etapa infantil haber oído ‘urra’ relacionada con el fútbol, concretamente con el Atlético de Bilbao: «¡Urra pipí tracatrá (bis), rá, ra, ra, a la bi a la ba a la bin, bon, bá, Atletic, Atletic, y nadie más!». La palabra ‘urra’ en vasco se utiliza para llamar a las gallinas y a las palomas, y significa «lugar de avellanas». Existe también como apellido. Y uno famoso fue el del futbolista del mismo club bilbaíno Isidoro Urra Fernández (1916-2006) que actuó como centrocampista de la Primera División en la década de los 40, pasando del Atlétic Club a la Real Sociedad.

De un rugido de guerra pasamos a un grito de júbilo o exclamación de triunfo. Y, ampliando el campo, también entran en juego las gallinas, palomas, avellanas, balones y apellidos. Así es el enigmático y chusco mundo de las palabras.
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