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Humo y enredo en la Línea del Oeste

08/07/2017
 Actualizado a 15/09/2019
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Una de las aspiraciones provinciales del último tercio del XIX fue la consecución de una nueva línea férrea, que enlazara, la ya existente, la del Norte, con Benavente y el suroeste peninsular; de hecho, en los periódicos leoneses, en las décadas decimonónicas, de los 70, de los 80, se suceden un gran número de artículos que aventuran cuán beneficioso sería, en el orden económico, social, también militar, el contar con otra dotación más de tan moderno medio de comunicación. La pugna entre León y Astorga por tal logro fue enconada, pero, dada la gran influencia y cometidos en las áreas gubernamentales madrileñas, de correosos políticos astorganos, sagastinos, como Pío Gullón, la ganó la ciudad augusta. Gran parte discurriría paralela a la existente Calzada de la Plata, la vía romana entre Mérida y Astorga. Prontamente ejecutada, el tren inaugural llegaba a la Estación del Norte astorgana, para ser festejado, por la nueva Línea del Oeste, el 21 de junio de 1896.

Casi noventa años después, el 1 de enero de 1985, entró en vigor un decreto ministerial de supresión de más de 900 km de vías férreas altamente deficitarias, para uso de viajeros. En lo que atañe al oeste de la nación, afectó a varios ramales (en Huelva, en Salamanca…); y a la Línea del Oeste: a los 347,5 km, entre Palazuelo-Empalme (del partido judicial de Plasencia) y Astorga-Puerta Rey. Un nuevo decreto de 1996 determinaba su clausura, incluso para tráfico de mercancías (que era ya testimonial), y autorizaba el levantamiento de las vías y nuevos usos. Desde su cierre para el tráfico de viajeros, hasta nuestros días, han pasado más de treinta años. Si recopilásemos los buenos propósitos electorales, las distintas promesas y propuestas, en artículos, manifiestos, comparecencias, para recuperar el tren perdido, contaríamos con un montón de volúmenes y grabaciones, que no han tenido fruto alguno.

Para Renfe, y posteriormente Adif, responsables de tal propiedad estatal, este ferrocarril viene siendo como un tumor rectilíneo, sobre el relieve, que extirpar y del que desprenderse: después de promesas de reconvertirlo para uso de mercancías, su intención periódica no es otra que el desmantelamiento de las vías y cuanto a ellas asiste; y así en parte ha sucedido, y del todo hubiera sido llevado a cabo, a no ser por la oposición de ayuntamientos y colectivos. Con total impunidad se han levantado y vendido tramos de vía, desvalijado estaciones, casillas, pabellones, destruido apeaderos…; se ha permitido ocupar los amplios terrenos que franquean el balasto y se ha dejado tan singular bien a merced de la maleza.

Han sido algunos ayuntamientos los que, reconvirtiendo su uso, para fines sociales o culturales, han salvaguardado parte de tan ingente patrimonio, previa solicitud de cesión con un arrendamiento a precio simbólico. En estas últimas semanas, ha vuelto a cobrar actualidad la Línea del Oeste, en Zamora, Hervás, Astorga… Se suman a otras iniciativas de décadas pasadas, algunas impulsadas por empresas privadas, de explotación para fines turísticos, las cuales se presentan a los ayuntamientos con la bendición de Adif, que no ansía más que desprenderse de tan ‘engorroso’ patrimonio. Son empeños contradictorios, cuando debían ser unitarios para todo el trayecto, y de un costo mayoritariamente inasumible, ya se trate de habilitar la vía como zona verde, se pretenda restituir el tren perdido, o se ambicione el sustituirla por una nueva infraestructura, acorde a los tiempos. Como senda verde ‘pisable’, sería conveniente el mantener limpias las dos amplias franjas, propiedad pública, que costean los raíles y el balasto, en todo su recorrido. No ha habido hasta el momento, por parte de los parlamentarios nacionales, una propuesta, una exigencia constante de lo que ha de ser inmediato y fundamental: que Adif mantenga la conservación, la vigilancia, de tan importante dotación.

Hoy se alude a este ferrocarril, como el de la Vía de la Plata, pero no se corresponde con su nombre fundacional, ni de tradición histórica, incluso lo confunden con el de la Ruta de la Plata, denominación esta última con que se difundió el tránsito, por su trazado, de los TER y los TAF desde Gijón hasta Sevilla a partir de 1969. La Línea del Oeste, junto al falseamiento de la calzada romana de Mérida a Astorga (Vía de la Plata), y el frustrado aprovechamiento de la Cañada Real de la Plata o de la Vizana (tan bien planteado en un estudio del Ministerio de Transportes, en 1985), son tres máximos ejemplos de cómo se vienen desbaratando unas posibilidades de desarrollo del eje vertebrador, histórico, cultural, patrimonial, del oeste español. Y se malbarata con mucho humo y no menor enredo.
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