25/01/2015
 Actualizado a 14/09/2019
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No es mi intención hacer apología del tabaquismo. Dios (o el diablo) me libre. Las sustancias tóxicas que un cigarrillo expande por nuestros pulmones no son aconsejables, cierto es, por no hablar de las malas prácticas de la industria tabacalera, inmune a sentirse culpable por condimentar sus cajetillas con raticidas. Hace ya unos años que colgué el hábito del ‘fumeque’ en mi armario de actividades poco recomendables. ¿Signo de madurez? Quizá, aunque a veces pienso que se trata más bien de un síntoma de puñetera vejez, que no es lo mismo.

De verdad que lo intento. Lo de la vida sana, digo. Bífidus activo, deporte mañanero, bebidas isotónicas de colores, cereales para cuidar la línea, insípidos alimentos libres de colesterol, frutas del bosque, gimnasios pensados para aumentar la masa muscular y la agenda de ligues, infusiones rupestres… Algunos se están haciendo de oro con la moda del culto al cuerpo. No conmigo, lo reconozco, que a mí esto de lo saludable no me llama y además me da mucha pereza. Será que me falta el aliciente de la tentación. La manzana prohibida y esas cosas, ya saben.

Hablando de prohibiciones. No deja de llamarme la atención que cuestiones como defraudar a Hacienda puedan resultar infinitamente más sencillas que fumarse un pitillo en un lugar público, no vaya ser que alguien coja un cáncer terminal en ese preciso instante. Qué caprichoso es a veces el imperio de la ley. Hábitos limpios en un entorno sucio. Debe ser por ello por lo que después de un periodo de abstinencia políticamente correcta, el arte de fumar con estilo vuelve a ser frecuente en las películas de Hollywood. Algo así como un acto de rebeldía mezclado y agitado con la nostalgia. Porque, reconozcámoslo, qué hubiera sido de nosotros los cinéfilos sin esas miradas que se cruzaban, por ejemplo, Lauren Bacall y Humphrey Bogart cuando ella le daba fuego (de todo tipo) en películas como ‘El sueño eterno’ (1946). Créanme, si una mujer me mira de esa manera mientras me enciende el cigarrillo, yo me vuelvo a convertir inmediatamente en adicto a la nicotina (y sí, lo de ‘encender el cigarrillo’ va con segundas).

Lo dicho. Empiezo a cogerle manía a tanta pose, a tanto ‘running’ (el correr de toda la vida), a tanta tableta abdominal y a tanta sonrisa ‘profidén’. Si hasta los jovencitos rockeros de nuevo cuño presumen de beber litros y litros, no de alcohol, como cantaba el otro, sino de agua… y mineral. Malos tiempos para la lírica y el vicio. Echo de menos mi cortina de humo...
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