Huertos y tijeretas

Vuelvo a casa con una bolsa de verduras del huerto de unos amigos: dos calabacines, lechuga, acelgas. De la bolsa sale un bicho que conozco bien porque mis abuelos y mis padres siempre han tenido huerto. Es una tijereta. Nunca me han gustado demasiado. Ni su cuerpo largo y rojizo ni las pinzas que las rematan, que se mueven agresivas, con nerviosismo ciego.

Pensar en el huerto de mis amigos me hace recordar un poema muy hermoso que leí hace unos días. Se llama ‘Huerto en verano’ y está en una recopilación de poemas que el poeta y etnógrafo -entre otras cosas- José Luis Puerto dedica a su madre, Dolores Hernández Hoyos.

Dolores murió en diciembre de 2020 y el poemario tiene este título: ‘Fulgor de madre’. En los poemas del libro, el poeta-hijo rememora a esa madre que riega en una tarde de verano, que lava ropas en el río, que zurce calcañares de calcetines, que aviva el fuego en la cocina, que encala las paredes de la casa.

Entre los recuerdos destacan los que pertenecen a la infancia. Así ocurre en el poema del huerto, en el que «La madre riega, atenta, surco a surco, / Traza caligrafías / Del agua en la extensión / De la tierra sembrada», mientras el niño, sentado, «Contempla el transcurrir / De la tarde tan lento» y se va anudando el hilo de amor de la madre con el niño.

Esta madre que riega el huerto y la relación con su hijo es una madre luminosa y elocuente. Y, dirá más adelante el poeta, procede del mundo de la raíz, de los sustratos del origen.

Ser madre es ser agua y es ser roca. Es estar siempre y, de alguna manera, también es desaparecer. Ser madre, así lo creo aunque yo no lo sea, es duro y es bonito. Pero sobre todo creo que ser madre es una elección.

Y también creo que hay derechos que han conseguido prosperar en huertos muy difíciles y que no tiene ningún sentido que seis tijeretas quieran recortarlos ahora, como ha ocurrido con la sentencia del Tribunal Supremo con el derecho al aborto en Estados Unidos.