Hubo un rey al que dijeron sabio

03/03/2020
 Actualizado a 03/03/2020
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La mina y el oficio de minero son una historia, son historias, que se identifica en mil pequeños detalles, no hace falta ni una palabra ni una imagen más, no se necesitan explicaciones, allí van todas escritas.

La mina, o el minero, puede ser una lámpara, puede ser el cerco negro de unos ojos limpios, puede ser un hacho minero que no hay otro similar, puede ser el casco con su luz, puede ser una galería posteada, puede ser la fusca, las casas iguales de las colominas, puede ser un minero hablando, inconfundible en la forma de expresarse, de dirigirse al compañero, de sacarlo de allí donde haya quedado atrapado...

Y puede ser, sobre todo, el repetido mono azul rematado con unas botas de goma , el frío calzado que protegía de otro enemigo mayor que el frío para el minero, el agua.

No hace falta ningún añadido más, no precisa logotipo... esos pares de botas negras y de goma ya te hablan de la mina, ya la definen, ya explican que el lugar es un viejo cuarto de mina, de los más clásicos, los vestuarios.

Por eso se coloca a su lado alguien sin patria que quiere tenerla, una bebida que podría fabricarse en cualquier parte pero ha decidido hacerlo allí, en los abandonados vestuarios, en la cuenca minera de Villablino.

Tan solo una cifra para ilustrar la identificación con esta tierra, 1270, que recuerda el año de la Carta Puebla con los privilegios, dicen que el inicio de la libertad del valle, del único Rey al que llamaron Sabio, Alfonso X.
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