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Hubo que estar allí

22/07/2021
 Actualizado a 22/07/2021
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Lo importante es no habitar el pasado. Ni lo que fue ni lo que pudo ser. Lo dice este gris alegre de verano que tiñe la costa norte de Portugal y hace grises hasta las olas mansas que arrullan la playa. Un gris luminoso que convierte a los bañistas de la distancia en cuadros de Sorolla ahogados en reflejos de melancolía portuguesa. Este verano otra vez no es un verano cualquiera. Y eso se siente en los lugares de Portugal menos turísticos donde los viajeros son la excepción exótica. Las interminables playas de Póvoa de Varzim o de Esposende son arenales inmensos y casi vacíos, como si en vez de julio uno los visitara en septiembre hartos ya de chapuzones y en los estertores estivales que anuncian el recogimiento del otoño. Una única playa que dibuja el litoral luso huérfana de toallas y de sombrillas, con las casetas a rayas hambrientas. El virus por aquí también sigue descontrolado e impide cualquier bullicio. Las terrazas con los camareros mirando el Atlántico igual que los jubilados las obras evidencian la persistencia del desastre. Recogen cada vez más temprano las sillas mientras te arrullan con su idioma que baila meloso con las palabras. Hasta los domingos son lunes en este remanso de paz obligada.

«Hubo que estar allí para estar allí» escribió Fernando Pessoa sobre lo glorioso de haber vivido un naufragio o una batalla. Esta pandemia tiene tanto de ambas cosas que a varias generaciones nos permitirá comenzar a ser libres de verdad porque como también decía el poeta «no siente la libertad quien nunca vivió oprimido». Pero lo importante es no habitar el pasado, porque eso viene a ser lo mismo que estar muerto antes de lo necesario. Parece que vivir es ir olvidando lo aprendido. Las aspiraciones, los miedos y hasta las vocaciones. Debería ser obligatorio olvidar la vocación en vacaciones. Por si así regresa al volver a casa. La luz de los grises es un océano en calma.
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