"Hoy las mujeres rurales ya existimos"

La "felicidad" de Olga y Paula, madre e hija, está entre los quesos que producen en familia en Sahechores de Rueda, desde donde reivindican con orgullo el papel de la mujer rural

C. Centeno
15/10/2019
 Actualizado a 15/10/2019
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Acaban de cumplirse 26 años desde que Olga Hernández dejó León para llegar a Sahechores de Rueda, donde su marido tenía un rebaño de ovejas. Un paso que hoy no cambiaría «ni loca» y que acaba de dar su hija, Paula Fernández, hace tan solo unos meses. Ellas son dos de las casi 78.500 mujeres de la provincia que viven en municipios de menos de 5.000 habitantes. Con orgullo, presumen de ser mujeres rurales y de apostar por la vida en el pueblo, a la que ven más ventajas que inconvenientes.

Este martes, 15 de octubre, se celebra el Día Internacional de la Mujer Rural, una jornada en la que reivindicar elimportante papel que han desempeñado en los pueblos a pesar del escaso reconocimiento. Aunque la situación ha cambiado mucho en las casi tres décadas que separan la llegada de Olga a Sahechores del regreso de Paula. «Ahora las mujeres rurales ya existimos», celebra Olga, porque cuando ella hizo las maletas para ir al pueblo «hacías el mismo trabajo de ordeñar y de todo que el hombre y eras simplemente ama de casa», lamenta. Pero en la actualidad «y porque también nosotras nos hemos movido», las cosas han cambiado. Lo dice mirando a su hija, que pertenece a una generación que ya no está dispuesta a admitir ese papel.

"Ser mujer rural para mí es estar tranquila, a gusto, feliz", asegura Olga, que no volvería a la ciudad "ni loca" Su día a día transcurre entre su casa, la quesería y la nave, en la que tienen un rebaño de unas 700 ovejas, un negocio familiar en el que también trabajan el marido y el hijo de Olga y que une producción y transformación. Madre e hija están más centradas en lo primero y «ellos se dedican un poco más al cuidado de las ovejas», reconoce Paula. Repartir tareas no supone un problema «porque a cada uno nos gusta una cosa y eso es lo que hacemos», admite. Eso sí, «todos sabemos hacer de todo para que ninguno sea imprescindible y podamos también tomarnos algún día libre», confirma Paula, porque a pesar de que el negocio requiera trabajo los 365 días del año, que ella y su hermano hayan decidido quedarse «ayuda».

Tanto Olga como Paula aseguran que en Sahechores han encontrado la «felicidad». Es la primera palabra que sale de la boca de ambas al hablar de su vida en el pueblo. Para la primera, ser mujer rural «es estar tranquila, a gusto, feliz, vivir sin nervios, aquí eres capaz de conciliarlo todo de otra manera», admite. Cuando llegó a Sahechores ordeñaba junto a su marido, pero hace diez años el vaivén de los precios de la leche de oveja les hizo dar una vuelta de tuerca al negocio y montaron la quesería. «Al principio empecé en casa experimentando y me gustó», confiesa. Tanto que ahora salen de sus manos siete variedades diferentes de queso, hecho siempre de manera artesanal y con la leche de las ovejas de su propio rebaño.

"Existe la falsa creencia de que si vuelves al pueblo es que has fracasado", lamenta Paula, que acaba de volver  Le ayudan las manos de su hija, que también ha dado un impulso al negocio poniendo en marcha la venta online’. Paula no decidió tan pronto como su hermano quedarse en el pueblo, pero «la vida me volvió a traer», admite. Eso sí, rechaza «la falsa creencia de que si vuelves al pueblo es como que has fracaso fuera o no te queda otra opción» porque «yo de verdad lo he elegido, dejé mi trabajo y estoy muy contenta». De hecho, a pesar de que «no tienes tanta gente a tu alrededor», el trabajo «vale la pena» y es «como si no trabajara». Sin estrés, ni horarios ni la presión de cumplir objetivos ha encontrado junto a su familia «lo que me hace feliz».

Cada mañana, Olga va a la quesería, a escasos metros de su casa, baja la leche y comienza la elaboración de unos quesos que ella misma crea y mima con sus manos, a las que ahora se han unido las de Paula. «No tenemos ninguna máquina, se hace todo de manera artesanal», explica Paula mientras recorre las diferentes estancias de la quesería, donde reposan algunos de los quesos de su marca, ‘Abuelo Aitalas’, que requieren hasta 18 meses de curación. Van y vienen a casa y a la nave, en un ritmo de vida «más tranquilo» que ninguna de las dos cambiaría por nada y gracias al que dicen orgullosas y «muy felices» que son mujeres rurales.
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