Horarios y sueldos

Después de una brillante carrera académica, una gran empresa, de renombre internacional, lo había seleccionado entre multitud de aspirantes. Además de su titulación, valoraron su máster, su excelente nivel de inglés y su capacidad para trabajar duramente, como ya había demostrado en sus estancias como becario en algunas otras entidades. Llegó el primer día y ocupó su puesto de trabajo. La jornada fue avanzando y, llegada la hora de irse a casa, comprobó que nadie se levantaba para dar por finalizada la jornada laboral. Transcurrida una hora más, todos continuaban en su lugar trabajando. Pasó otra hora hasta que algunos comenzaron a removerse en su sitio pero aún expectantes a que fuera otro el primero en irse. Lo mismo sucedió al día siguiente, y al otro. Un día ya preguntó a otro más veterano por qué nadie se iba cuando se cumplía el horario laboral por el que estaba contratado y por el que recibían un sueldo más bien miserable. La respuesta fue una rotunda bofetada. Nadie abandona su puesto de trabajo hasta que el jefe no se levanta para despedirse. Nadie valora que el jefe se ha ausentado dos horas de su puesto de trabajo. Ha comido con sus hijos, incluso le ha dado tiempo a descabezar una pequeña siesta. Todos asumen, todos terminamos asumiendo, como normal lo que se salta todos los derechos laborales y sociedades que se han tardado en conseguir décadas. Es tal el estado de precarización laboral que hay en este país que nos parece aceptable lo que es una ilegalidad manifiesta. Es más, nos exigen que estemos contentos por tener un trabajo, aunque este sea con horarios esclavistas, con sueldos de miseria, con trato denigrante, con futuro incierto, con falta total de trato digno y respetuoso con la ley. Es lo que hay. Si lo quieres bien, si no otro vendrá a sustituirte. Pues NO. Esto no es admisible en ningún caso. No podemos, ni debemos, perder lo que ha costado jornadas de lucha y reivindicación a generaciones. No podemos pisotear lo que otros pagaron con sangre.