Seas creyente o no, taurino o antitaurino, rural o neorural, juez o parte... llenas tus conversaciones de expresiones nacidas en estos mundos a los que perteneces... o no.
Y así, casi sin darte cuenta, llevas en tus palabreros y en tus libros de cabecera el Éxodo, el Deuteronomio o los Mandamientos y muchas veces habrás tenido que poner orden recurriendo a expresiones ya populares como «honrarás a tu padre y a tu madre», que nadie pone en duda.
Mira la foto, de los nuevos tiempos, de un ayuntamiento cercano a la capital, en el que a los nuevos munícipes, a los de las generaciones más preparadas, de ediles de carrera universitaria y traje... y les han colocado en la balda superior de la estantería del Salón de Plenos las fotografías de los «padres y madres» (en este caso sólo padres, los tiempos) para que no se les olvide honrarlos, recordar su entrega y el desprendimiento. Puede parecer triste pero a las generaciones más preparadas hay que recordarles a aquellos paisanos puestos allí por la lejana República o la cercana dictadura, agricultores o represaliados, veterinarios o camisas viejas, pero paisanos que dejaron memoria de entrega y honradez.
Puede parecer triste en los años que ya vivimos, o deberíamos vivir, que tengamos que tirar de manual de recuerdos para que los que gobiernan desde más cerca no caigan en la tentación de sumarse al circo que han montado aquellos que deberían ser sus referentes y nadie quiere que lo sean.
Es necesario recordarles que hubo sabios del lugar, hombres buenos, 'fijosdalgo' de honras mostrar, para que tengan un camino que tomar, que no es otro que el buscar la buena ‘llevanza’ y obras hacer.
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