17/10/2018
 Actualizado a 17/09/2019
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Uno de tangos que más me gusta y escucho es ‘Honrar la vida’, cuya música y letra fueron autoría de Eladia Blázquez. En él nos recuerda que «Permanecer y transcurrir/ no es perdurar, no es existir/ ¡Ni honrar la vida!», que «Merecer la vida es erguirse vertical,/ más allá del mal, de las caídas.../ Es igual que darle a la verdad,/ y a nuestra propia libertad/ ¡La bienvenida!...». Qué duda cabe que para esto del «erguirse vertical», del «honrar la vida» uno necesita siempre, desde la más inocente y temeraria infancia, de ayudas o enseñanzas y aprendizajes no sólo de tipo físico sino también de carácter intelectual y psíquico, de ser educado e instruido. No por nada sobran ejemplos de personas que más parecen empeñados en regresar al árbol.

Hoy será inaugurado en nuestra Universidad el XXI Encuentro Estatal de Defensores Universitarios (en 2002 ya albergó el que fue V Encuentro). Como no llega este encuentro precedido de escándalo alguno, como se trata de la reunión de unas personas preocupadas y ocupadas por la calidad, en sentido humano o, mejor, ciudadano del servicio público de la educación superior, sin duda no ocupará grandes titulares ni espacios en los medios de comunicación. La defensa de los intereses, derechos y libertades de las comunidades universitarias, después de tanto retroceso habido en todos los órdenes de la vida en los últimos años, puede sonar a cuento de hadas y más si uno tiene presentes, aun sea con dolor por su vigencia, las viejas (1902) y certeras palabras de don Francisco Giner de los Ríos en su ensayo ‘La juventud y el movimiento social’: «Nuestra sociedad no estima ni alaba sino a los que medran; y si algo respeta aún las virtudes es porque ve en ellas otros tantos medios de prosperar». Mas no por ello renuncio a la esperanza. A la esperanza de seguir creyendo y proclamando que, como decía el prólogo de la ya derogada Ley de reforma universitaria, «la institución universitaria tiene el deber primordial de actuar como instrumento de transformación social al servicio de la libertad, la igualdad y el progreso, para la realización más plena de la dignidad humana, y que la ciencia y la cultura constituyen la mayor riqueza que se puede crear, mantener y transmitir».

La Universidad de León fue la primera de España en la elección de Defensor de la comunidad universitaria, es decir, fue la primera en poner a disposición de su comunidad un instrumento llamado a facilitar, no otra cosa hacen los defensores, que ésta pueda mejor ¡honrar la vida!
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