Homenaje a Clara de Campo

Fue una mujer berciana que vivió en el siglo XVIII y que luchó por ser libre, una batalla con barreras a cada paso que tuvo que ir sorteando

Colectivo 8M Bierzo
20/05/2018
 Actualizado a 18/09/2019
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El Colectivo 8 M comienza a colaborar en La Nueva Crónica con una sección destinada a dar voz a la igualdad y despega con un homenaje a Clara Campo la mujer berciana por antonomasia. La que todas queremos ser.

Nos buscaba allá por el siglo XVIII, Clara Carujo. Ya entonces renegaba de las leyes opresivas y de desigualdad y, en un mundo rabiosamente androcéntrico decide abrirse camino; un camino donde mujeres como ella no tenían la posibilidad de sobrevivir de forma unitaria, donde el caminar sola era una violación segura, segura y sin más, es decir, sin rechistar. Porque todavía nadie pensaba que una mujer tuviese la idea peregrina de arriesgar así su vida, la indecencia de romper los esquemas establecidos. Y aún así, enfrentándose a todos y cada uno de los avatares de su existencia, Clara emprende su camino, un camino sin retorno, en busca de la mujer que nadie siquiera se atrevía a soñar y, todavía menos, ser. Retando a todas las adversidades que la vida le propina, a su trato injusto y vejatorio, se atreve a rescatar su digna figura.

Continúa su búsqueda, fuera de sí. Nativa de Villar de los Barrios, su padre la repudia le arranca su identidad: «No digas a nadie que eres Clara Carujo, tampoco digas que eres de aquí, hazte llamar Clara Valcarcel Balboa». Y Clara ya comienza a descubrir una nueva mujer que se forja con su nuevo yo.

Mujer, soltera, sola, se va a Cuenca, perseguida por ser libre y loca; por esos caminos donde sólo van las mujeres locas y prostitutas; que la detienen, que le roban, que pasa por todos los pueblos y la justicia la busca para aniquilarla, sólo por ser libre.

¡Clara de Campo somos todas! Clara de Campo, en Femenino Singular, que acoge todos nuestros espíritus libres, desenfrenados, que se enfrenta al mundo y se perpetúa por los siglos de los siglos en nuestras hazañas de mujeres locas y libres, de hormonas fáciles, con la sangre fresca y rezumante. Pariendo. Gozando de nuestra pasión. Sudando las noches de menopausia…

Mujeres que lo son, sin más, que no precisan la pregunta casi de recital… ¿Y tú para cuándo? Porque se espera que su imagen femenina se transfiera en un nuevo ser engendrado.

Todos estos siglos esperando. Queremos que haya merecido la pena tanta dilación. Queremos merecerte y brindarte el homenaje que te dignifica y que a la vez nos hace sentir parte de ti.

Creemos en tu libertad y la digerimos, porque desde tu paso por nuestra tierra nos ha quedado impregnado el aroma de tu osadía.

Una mujer arrebatadoramente plural, reconocida por nuestra estirpe, que da nombre a este nuestro espacio literario, donde se nos permite contar, reprender, acuñar, educar, disertar, sobre todo lo que nos impide ser mujer y sobre todo lo que nos hace ser tan grandes.Esta es la historia de Clara Carujo, Clara Valcarcel, Clara de Campo, Clara de nuestro corazón, que se fijó en el alma de las mujeres del Bierzo y después de rodar por tantos caminos decidió quedarse en ella. Esta es la historia que sigue viva y que lucha con cada una de nosotras por no despeñarse, por labrar el tesoro de la mujer igual, la mujer única, libre, decidida y luchadora, que exige lo que le corresponde y se planta orgullosa de su propio yo.

Ya sabemos que tenemos mucho que contar y mucho por lo que seguir luchando, que los caminos de Clara se siguen sin descubrir. Todo un duelo de mujeres que arañan la justicia para que se muestre ante ellas y se inventan nuevas fórmulas para seguir sorteando todas las trampas que se encuentran, para así no caer en ellas.

Rescataremos en este lugar el espíritu arriesgado de esa mujer porque la palabra es fuerza y cuando se pronuncia, se cree en ella. Y así cuando decimos libertad, igualdad, paz, respeto, armonía, justicia, ya son un poco más nuestras y, si las personas que nos leen se descubren en estos párrafos, estaremos ganando batallas limpias, que nos harán pensar que todo este esfuerzo está mereciendo la pena. Por eso este pequeño gran espacio siempre lo firmará nuestra Clara de Campo que nos habita.

Nuestras compañeras lacianiegas se unen, concienzudas. Saben muy bien que en su tierra también son herederas de muchas mujeres que renegaron de su estirpe, que aunque les arrancaran los ojos, seguían siendo víctimas y testigos del despotismo machista, de las leyes inhumanas a las que solo ellas estaban sometidas. Y si ardían en la hoguera, traspasaban nuestras entrañas con sus lamentos de horror. Y si el destino seguía burlándose de su maldito género; la tortura, la angustia y la congoja se enraizaba en nuestro seno y… ahora continúa el combate sigue el río de mujeres atrapadas en un mundo que no las deja sostenerse y las derrumba sin compasión. Y, como si hubiesen traspasado los umbrales del tiempo, las tenemos aquí, sufriendo, como si las cosas nunca hubieran dejado de estar como estaban. Es que las cosas nunca han dejado de ser así. Es que nadie ha cortado los hilos que les obligan, como marionetas, a danzar al son que les tocan.

Después de sangrar y sangrar, de morir y regresar a sentir las mismas humillaciones… somos conscientes que tendremos que salir de aquí a empujones, que no nos podemos dejar consumir con falsos halagos y roles impuestos, que debemos recoger el testigo que tantas mujeres, como Clara de Campo, nos piden que empuñemos y,continuar día tras díacontando, nombrando y restregándole a la sociedad estas víctimas que aquí rendimos homenaje; todas con ganas de disfrutar , de comerse el mundo, de llegar a ser algo o alguien, como les decían sus madres. Juntas sentimos más la rabia y la impotencia de no poder frenar este chorreo de vidas truncadas.

Cuanto más… más. Cuanto más lo gritamos, más asesinos. Hombres asesinos que siguen su rumbo, depredadores sexuales que se fortalecen y convierten este desgarro en una fiesta, en un hashtag, en divertidas conversaciones de whatsapp, en modus operandi.

¿Qué estamos haciendo mal? ¿Quién está haciendo mal el qué? El 8M ha sido un gran movimiento histórico, de resistencia femenina, si. Hemos dado un puñetazo en alguna mesa, pero todavía quedan muchas mesas por golpear, son las mesas de políticos, educadores y educadoras, juristas, sanitarios… periodistas, medios de comunicación…y tendremos que ponernos delante de sus mesas y golpearlas para que no busquen escusas ridículas a la hora de tomar medidas de leyes que ya llevan mucho tiempo aprobadas.

Por ejemplo, sin ir más lejos: «La Comisión del Gobierno que revisará los delitos sexuales del Código Penal está formada por 20 hombres y ninguna mujer», ¡quebrantamiento flagrante de la ley de igualdad que es aprobada por ellos mismos!. ¡Ah! Que tiene que haber mujeres, pues no me había dado cuenta.Invitamos a algunas para este menester y seguimos quebrantando la ley que nosotros mismos hemos propuesto y aprobado…Y no nos diganel resto de representantes políticos que eso ya lo estaban diciendo ellos. Porque son situaciones desiguales que están escondidas con la esperanza de seguir así y, todos mirando para otro lado… hasta que ya no pueden jugar más al despiste. ¡Hay que controlar desde esos lugares privilegiados que ustedes regentan!. Que sus sueldos son muy buenos y algún esfuerzo se podría realizar para tenerlos bien merecidos. Todos lo saben todo, pero unos por otros, la casa sin barrer.

Y llegamos las mujeres, y gritamos por las calles, y copamos las redes sociales, y destripamos el sistema, y !ya! ¡Ah! Es que hay que legislar!.Es verdad, hay que concederles su mitad.

No es que estemos cansadas de salir, patear las calles, mostrar nuestra alfombra de víctimas, romper nuestro silencio de la intimidad arrebatada, de contar al mundo quiénes y cuándo nos ultrajaron y que a tí también aunque no lo cuentes , porque ahora, hay que contarlo…o no.
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