web-luis-gray.jpg

Historia de una desescalera

03/05/2020
 Actualizado a 03/05/2020
Guardar
'Nueva normalidad' es una expresión contradictoria, un oxímoron. La normalidad se define por ser algo sabido, usado, nada se normaliza hasta que deja de ser nuevo. Por tanto, una nueva normalidad empieza por ser una anormalidad. El primer síntoma de una anormalidad se detecta en el vocabulario, en las rupturas entre significante y significado que sitúan lo que decimos en las afueras del diccionario. Palabras y expresiones novedosas se cuelan en la cotidianidad sin que sepamos aún qué significan, para darnos la impresión de que quieren decir algo que deberíamos saber. Algo que siempre ha estado ahí y que, si no sabemos, es por culpa nuestra, un descuido o una falta de previsión, no el resultado de una realidad cambiante a traición a la que podamos culpar. Nos lo tienen que explicar todo, como a los críos. En un futuro neonormalizado, el diccionario tendrá que acoger nuestras desescaladas, entre los descensos (y descendimientos), las bajadas y demás retornos a un punto de partida situado a un nivel inferior. ¿Inferior? Por supuesto, ahí una de las claves de la ‘nueva normalidad’, será inferior. La asociación de las palabras de un nuevo vocabulario delimita el campo semántico de los nuevos hábitos, forja el idioma neonormal que explicará lo que sucede. Lo estamos aprendiendo, como niños pequeños. No nos apremien.

‘Desescalada asimétrica’, por ejemplo, es concepto que ha dejado fuera de juego a muchos presidentes autonómicos y partidos de la oposición, porque no están, como el gobierno, inmersos en esa dialéctica visionaria, en este futurismo lingüístico. Todo empezó con el pico de la curva. Sospechábamos, tal vez, que una curva solía tener extremo, cima, culminación, hombro incluso, pero no imaginábamos que, en efecto, también tiene pico. Más aún, la curva no viene doblegada de por sí, a la curva hay que curvarla. Y cuesta.

Vivimos un tiempo de neologismos, pues en primera instancia en eso consisten los cambios históricos: en acuñar nuevos lenguajes o señalar lo antiguo con un nombre nuevo. Más tarde se redactará la acepción. No estamos ante el mismo perro con distinto collar, más bien es un perro nuevo y joven al que hemos bautizado con un nombre distinto pero seguimos tratándole como al perro que se murió, al que tanto cariño teníamos. Es un perro y, hasta cierto punto, el mismo perro. Al menos al principio, mientras crece y se hace diferente.

Los conflictos surgen cuando los términos nuevos confunden o se entrometen en conceptos antiguos. Distinguir qué es actividad física y qué un simple paseo, por poner un caso. O la distancia social. No me cabe duda de que la crisis actual aumentará la distancia social, todas lo hacen. Pero esa distancia no tiene nada que ver con la distancia de seguridad, individual o interpersonal, como queramos llamarla. Esta es una medida provisional. Aquella es una ley no escrita de la historia. La historia de una desescalera, el perro viejo que no se muere nunca.
Lo más leído