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Himnos

José Luis Gavilanes Laso
01/07/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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Ser aficionado al balompié y miembro de las clases pasivas me ha permitido oír los 32 himnos nacionales de las selecciones que compiten en el campeonato del mundo. En cuanto a la letra, los himnos expresan, por lo general, el patriotismo con que cada nación se identifica y adopta como pendón ante las demás, moviéndose entre lo lírico y lo marcial con objeto de avivar el sentimiento vernáculo. Expresiones como soberanía, libertad, luchar, vencer, morir, victoria, sangre, heroísmo, valentía, son las más socorridas; a las que se unen las invocaciones a Dios y exaltación del propio paisaje y paisanaje.

Hay himnos, como el de España, que levantan emoción sólo por la música. Único en el mundo, junto con los de Bosnia Herzegovina, San Marino y Kosovo, sin letra oficial carece por tanto de autobombo. Entre otros intentos fallidos, no ha llegado a implantarse ni el primitivo texto de José María Pemán de 1928 ni el reciente de Marta Sánchez. En su defecto, suele oírse un ‘La,la,la.…..la’ unísono hasta el final en forma de artículo determinado e indefinido. Luego, aunque insustancial, haber letra, hayla. En esto de los himnos, como en otros ámbitos, no falta el particularismo de los ingleses. El himno de Inglaterra, por ser un singular canto reverencial a su reina (‘Dios salve a la reina’, ‘Larga vida a la reina’), si en vez de zumbar, cantasen, podría pasar perfectamente por himno de las abejas.

Las letras de los himnos, más o menos guerreros o poéticos, nada me conmueven. No digo lo mismo de sus músicas. Dentro de los 32 himnos, más que por el efervescente y revolucionario francés de La Marsellesa, mi estimación auditiva se inclina hacia el menos conocido de Marruecos. Precioso. Bello es también el de Alemania, sacado de un cuarteto compuesto en 1797 por Joseph Haydn, el compositor alemán de las 104 sinfonías. Recomiendo la 26 (Lamentatione), esplendorosa en sus tres movimientos.Es una pena que el de Italia no se pueda oír al no haberse clasificado. Su himno cuenta para mí entre los más emotivos. Aunque tampoco hubiera estado mal si en vez de él se hubiese adoptado el excelso Coro de los Esclavos, de la ópera Nabuco, de Verdi.

Bello es también el himno de nuestro vecino y rival Portugal. Fue inicialmente compuesto como una marcha en respuesta al ultimátum británico de 1890 y adoptado cuando la proclamación de la República en 1910. Bajo amenaza, Inglaterra no permitió a Portugal anexionar a sus colonias de Angola y Mozambique el territorio centro-africano limítrofe entre ambas. Sufrió entonces semejante humillación, aunque sin uso de las armas, a la que España sufriría 8 años después por los EE.UU respecto a Cuba. En su versión original de 1890, uno de los versos del himno portugués decía, con clara influencia de La Marsellesa: ‘Contra los Británicos, marchar, marchar’, oficializándose luego en el actual: ‘Contra los cañones, marchar, marchar’. Este himno, llamado La Portuguesa, persistió tras la Revolución de los Claveles en 1974, que adoptó el ‘Grándola Vila Morena’ como canto de arranque del golpe de estado militar. Se ha mantenido, pues sólo hubo muda de gobierno, no de régimen. En España, en cambio, el Himno de Riego, tras varios avatares. fue tan efímero como la II República que lo adoptó. Su alternativa y popular versión satírica: «Si los curas y frailes supieran la paliza que les van a dar, subirían al coro cantando: libertad, libertad, libertad...», por antítesis a la Cruzada de Franco, obispos y cardenales, pasó a engrosar al panteón de los himnos muertos y sin visos de resurrección.
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