14/10/2022
 Actualizado a 14/10/2022
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Un momento como el actual en el que miles de empresas tienen que cerrar cada mes, en el que las familias se están planteando no encender este invierno sus calefacciones, en el que agricultores y ganaderos difícilmente sacan para cubrir costes, exige, además de medidas efectivas y audaces, gestos. Simples gestos cosméticos pero que ahora más que nunca cobran importancia.

Todos los que tenemos que ver más o menos con la política, nos quejamos de la cada vez más desafección del ciudadano hacia nosotros (los políticos), del poco interés de los ‘administrados’ hacia sus ‘administradores’, de la falta de implicación en cada cita electoral, pero aquí cada uno tenemos nuestra responsabilidad.

Lo mínimo que se puede pedir a un político es honradez, sentido común y empatía. Sin embargo, parece que cuando más se necesita esa honradez, ese sentido común y esa empatía, ciertos políticos sorprendentemente actúan de una manera totalmente contraria, de forma voluntaria o involuntaria, y qué quieren que les diga, no sé qué será peor, porque si lo hacen de forma involuntaria es por patologías narcisistas cercanas a la psicopatía y si lo hacen de forma voluntaria es porque directamente nos consideran a los ciudadanos tontos de remate.

Esta semana pasada he sido testigo de esos gestos (o falta de ellos) en diferentes ámbitos pero que responden a la misma falta de sentido común y de empatía. Algunos casos parecen simples anécdotas, pero van contra la mínima higiene política exigible en las circunstancias por las que atravesamos.

Llama la atención la subida de sueldo del 3,5 % para diputados y senadores propuesta por la Mesa del Congreso con la oposición del PP, Ciudadanos y Vox y los votos favorables de PSOE y Podemos. Del mismo modo que es sangrante la subida del 4 % de sueldo para Pedro Sánchez y sus ministros, por mucho que lo quieran hacer pasar como el aumento general a funcionarios.

También hemos tenido la imagen de la comitiva del Gobierno en el aeropuerto de La Coruña con nada más y nada menos que 20 vehículos oficiales en la que solo faltaba un BMR y un par de motos con sidecar.

A nivel más local, el pasado sábado me crucé en la avenida Suero de Quiñones a eso de las 22h con 4 coches con lunas tintadas, luces rotativas y a toda mecha como si se tratase de un mandatario internacional por las calles de NYC lo que imagino fuese el ministro Marlaska asistiendo a alguna cena con motivo de las celebraciones de la patrona de la Guardia Civil.

Mis sospechas se confirmaron cuando a eso de cerca de la 1 de la mañana del ya domingo, vi no sin asombro, a cerca de una docena de coches oficiales aparcados en zona peatonal junto a Casa Botines, con sus respectivos conductores a la espera de que finalizase lo que parecía una cena de gala.

No sé de quién serían esos coches, ni me importa, pero me gustaría que hubiesen escuchado sus ‘titulares’ los comentarios de la gente que por allí pasaba durante que ellos estaban de cena, ante tal ‘cantada’. Luego no se quejen.
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