28/03/2020
 Actualizado a 28/03/2020
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Asomarse a la ventana y encontrarse con el aullido del silencio. La noche es un estado de soledad colectiva. Amanece. La primavera nos saluda al otro lado de los cristales como si existiera en otra dimensión. Vemos películas y leemos libros en los que sus personajes se besan, se abrazan, visitan ciudades, pasean por Central Park y toman un café mientras charlan; a veces suena ‘La vie en rose’ y se nos hace un nudo en la garganta recordando todos los momentos en que fuimos felices gracias a una sonrisa o a una flor. Nada será igual. Lo sabemos. Pero también sabemos que permanecer encerrados el tiempo que sea necesario es una cuestión de supervivencia. No hay opción. Esto es la guerra. Una batalla contra un enemigo invisible al que dan ganas de estrangular a ciegas.

En toda catástrofe hay héroes. Todos los que luchamos contra el insensato virus lo somos en cierto modo. Hay muchas maneras de ser útil, y quedarse en casa es una de ellas; sin embargo, no cabe duda, los médicos, las enfermeras y todo el personal sanitario merecen nuestra más generosa e inagotable admiración por luchar a pecho descubierto para salvarnos. Ojalá esto nos haga madurar de una vez como sociedad y se invierta mucho más en ciencia, en sanidad, en investigación. No puede ser que haya futbolistas millonarios y médicos que emigren por falta de futuro. ¿Buscamos más héroes? Porque tras las pérdidas humanas la pobreza puede llegar a ser otro tipo de infierno. ¿Quiénes nos están salvando? ¿Quiénes pueden hacerlo? Algunos empresarios han sido mil veces más previsores y solidarios que el Gobierno. Amancio Ortega, por ejemplo. Ya sé que hay diversidad de opiniones al respecto, pero a él le deberemos muchas vidas salvadas. Y no está solo en ese frente, muchos empresarios han seguido su camino. Gracias. Más allá (políticos, iglesia, ‘celebrities’ del cine, futboleros), el silencio. Sí, también el silencio.
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