12/01/2021
 Actualizado a 12/01/2021
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Herodes es un nombre propio que puede utilizarse en singular o en plural. De hecho en la vida de Jesús aparecen dos personajes con este mismo nombre. Uno al principio de su vida, el que recibió en su palacio a los Magos, y otro con ocasión de su muerte, contemporáneo de Pilatos. Nos fijaremos en el primero, recientemente protagonista de muchos belenes, con su correspondiente castillo. Todo indica que era un hombre muy aferrado al poder, de tal manera que no le importó el degüello de numerosos niños inocentes, pensando así acabar con el Niño Jesús, por miedo a que le quitara el trono.

Decíamos que la historia habla de varios Herodes, pero lo más lamentable es que entre ellos pueden encontrarse algunos que, aunque no se llamen precisamente así, sigan su ejemplo en el momento actual. Es decir, todos aquellos que hacen lo indecible con tal de mantenerse en el poder. El último ejemplo lo tenemos en el reciente episodio de asalto al Capitolio en Estados Unidos. Pero no pensemos que se trata de un caso único.

No menos grave es la imposibilidad de echar de la poltrona a sátrapas bolivarianos y afines, como está ocurriendo en algunos países latinoamericanos o también en otros pertenecientes a la antigua Unión Soviética o marcados por la ideología marxista, aparentemente demócratas. En estos casos la alternancia en el poder es prácticamente imposible, y otro tanto ocurre con la inexistente división de poderes.

Por supuesto que no quisiéramos que esto pudiera ocurrir en España, pero imposible no es. De hecho el Covid 19 no es la única plaga que asola al mundo. También el populismo, sea del signo que sea, y que pretende utilizar al pueblo engañado y narcotizado por la propaganda, en provecho de unos pocos dirigentes que solo buscan su interés personal.

Quienes hemos tenido la suerte de disfrutar durante los últimos cuarenta y tantos años de paz y bienestar en España, a pesar de las limitaciones de quienes nos han gobernado, vemos con preocupación cómo las nuevas generaciones, y algunos de las viejas, se dejan seducir por políticos sin escrúpulos ni ética que, como Herodes, no buscan otra cosa que creerse imprescindibles y están obsesionados por eternizarse en el poder. Y resulta chocante que entre los más críticos con el impresentable Trump se encuentran algunos que, aunque sean de signo contrario, están dispuestos a hacer lo mismo o ya lo han hecho. Si algún día dejaran de mandar, cosa que cada vez parece más poco probable, estamos seguros de que también se atreverían, entre otras tropelías, a asaltar el Parlamento. ¡Qué pena!
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