maximob.jpg

Hasta siempre, Don Camilo

24/11/2015
 Actualizado a 10/09/2019
Guardar
Decía san Pablo que quien aspira a ser obispo buena cosa desea; sin embargo recuerdo haber leído hace tiempo que una de las razones válidas para que alguien merezca llegar a obispo es que no lo desee. Esto es perfectamente aplicable a Don Camilo Lorenzo Iglesias, que ha sido durante veinte años obispo de Astorga. Ni lo esperaba, ni lo deseaba, ni es de esos que el Papa Francisco llama trepas, que sólo buscan el ‘carrerismo’ eclesiástico.

Precisamente este año se ha cumplido el cincuenta aniversario del llamado Pacto de las Catacumbas, firmado por un grupo de obispos, al terminar el Concilio Vaticano II, en la Catacumba de Santa Domitila de Roma, comprometiéndose a llevar una vida sencilla, siendo cercanos a los más pobres, sin hacer ostentación de riqueza, ni de poder, ni de otras vanidades. Don Camilo podía haberlo firmado perfectamente. No quiso chofer, ni palacio episcopal, ni era de esos a quienes gusta lucir los capisayos o presumir de obispo. Desde el primer momento quiso vivir en la Casa Sacerdotal junto con otros sacerdotes, muchos de ellos enfermos y ancianos. Cuando iba a una parroquia, le gustaba visitar a los ancianos y enfermos con toda naturalidad, sin afectación ni paternalismo. Recuerdo, acompañándole en alguna de estas visitas inesperadas,la emoción que sentían algunos que no podían imaginar que el obispo entrara en su casa.

De Don Camilo podría decirse aquello de se dijo del apóstol Bartolomé, que ha sido un hombre sin doblez, sin intrigas palaciegas, noble, sincero y directo. Desgraciadamente estas cualidades no están siempre presentes en la vida civil ni en la eclesiástica y por eso son muy de valorar y agradecer. Más bien nos encontramos con mucha vanidad y mucho cuidar las apariencias.

El Papa Francisco ha puesto de moda la expresión de «oler a oveja» para señalar la cercanía que han de tenerlos pastores con el rebaño. Don Camilo desde el primer momento se dedicó a recorrer, más de una vez, todos los pueblos de la extensa diócesis de Astorga, lo mismo las parroquias más pobladas que las que tenían pocos habitantes. Nos recordaba hace poco que sus mejores experiencias eran las visitas a las parroquias pequeñas y que en cierta ocasión en un pueblo había solamente tres adultos y una niña pequeña y que como la niña empezó a llorar y la madre tuvo que sacarla para afuera, quedaron solamente dos. Y eso no le hacía sentirse incómodo, sino todo lo contrario. Ha sido un obispo cercano y deseamos seguir teniéndolo presente, a pesar de la distancia.
Lo más leído