04/09/2020
 Actualizado a 04/09/2020
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Tan solo hace unas semanas les hacía partícipes en esta columna semanal de la alegría y esperanza que me producía saber que, tras 100 días de estancia en la UCI, mi suegro empezaba a vencer a este virus importado que ha cambiado al mundo entero y nuestra forma de ver y disfrutar de la vida.

Lamentablemente, tras 5 meses de lucha y de una demostración de fortaleza física y mental increíble, mi suegro, Manuel Gallego, no pudo resistir más las secuelas de la Covid, dándose por vencido en la madrugada de ayer, 3 de septiembre.

Estos largos 5 meses han sido una lección de vida y de fortaleza de la que hemos aprendido tanto sus familiares, como el personal sanitario que le ha cuidado y al que jamás se le podrá agradecer todo su trabajo silencioso, discreto y sacrificado.

Durante las últimas semanas que Manuel pasó en la séptima planta del hospital de León en la antigua residencia Virgen Blanca, hemos aprovechado sus seres queridos para que, con una mezcla de esperanza y resignación, nos fuésemos preparando para un final que cada vez se hacía más evidente.

Varias han sido las noches que pasé al lado de mi suegro viendo los partidos de la fase de ascenso de la Cultu, cuando si por algún motivo perdíamos la conexión de internet, él enseguida me decía «Juanpi, anda, mira a ver qué le pasa a ese chisme». Débil como estaba, era capaz de analizar correctamente los errores en las alineaciones de la Cultu y supo ver desde su cama, las carencias en el equipo técnico y directivo.

Es estas últimas semanas, también desarrolló un especial interés por la quinoa, debido al penúltimo proyecto en el que me he embarcado y disfrutaba cuando le enseñaba cómo iba creciendo la plantación, sin llegar a percatarse que siempre le enseñaba la misma foto.

También disfrutaba cuando le enseñábamos fotos y vídeos de los nietos y se le veía cómo se le iluminaban los ojos, haciéndole olvidar por unos segundos toda la medicación y circunstancias por las que atravesaba.

Nos dio tiempo hasta poner en su sitio a nuestros gobernantes, cuando le explicaba cómo nos encontrábamos a nivel social y económico más allá de las puertas del hospital y siempre sentenciaba con una expresión muy suya, que voy a omitir, aunque se podrán imaginar el sentido de sus palabras.

Si con algo me quedo, es con los cuidados del personal sanitario que le ha atendido en circunstancias muy penosas, el cariño de su familia hasta el final y, sobre todo, con la serenidad de Manuel, que siempre que se le preguntaba por cómo se encontraba, estuviese como estuviese y doliese lo que le doliese, siempre decía que bien, cada vez con la voz más apagada.

Manuel es un padre y un abuelo de los 50000 españoles fallecidos por coronavirus y ahora que precisamente la preocupación de las familias por el comienzo del cole se agudiza, pensemos que esto no ha pasado, cuidemos a nuestros padres y abuelos y recordemos a tantos familiares que nos han dejado desde el comienzo de la pandemia.

Hasta la vista, Manuel.
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