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Han encontrado el camino, la violencia

31/01/2019
 Actualizado a 12/09/2019
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Ojos inyectados en bilis fuera de sus órbitas y dientes salvajemente apretados con restos de espuma provocados por el instinto animal que llevamos y llevaremos siempre dentro. Esta instantánea descrita bien podría ser una de las escenas de cualquier filme o serie de vikingos cuando aparecieran en escena los berserker, estos temidos guerreros que entraban en combate en trance y fuera de sí literalmente, provocando el terror en sus enemigos. Pero no, esta imagen se puede ver desde hace días en los informativos de cualquier televisión cuando hablan de la guerra, denominación perfecta en este caso, de los taxistas y nuestros ojos y oídos se exponen a la gesticulación y las proclamas de los líderes de esta revuelta.

Sinceramente no me importa en este caso si tienen la razón los taxistas, los VTC, ambos o ninguno. Eso sería argumento de otra columna. Lo que sí me preocupa es que la imagen vikinga con la que comencé no la he visto por primera vez en el caso de los taxistas, sino que por desgracia ya es algo recurrente ante cualquier conflicto de mayor o menor importancia. Y es que parece que algunos han encontrado el camino para conseguir sus objetivos, sean justos o no, que no es otro que la violencia y la intimidación.

Lo más delirante es escuchar luego a los mismos cabecillas que con micrófono o megáfono en mano han arengado a las tropas con verborrea que destilaba violencia por los cuatro costados, que ellos en ningún momento pretenden que sus secuaces agredan a policías, periodistas o a simples ciudadanos que lo único que pretenden es libremente ir a su trabajo, de turismo o a lo que les venga en gana en ese momento, que para eso vivimos supuestamente en una sociedad libre. Luego ya viene la pantomima de que son casos aislados y que son daños colaterales. Un argumento caradura y lleno de falacias. Sólo les creería si fueran ellos mismos quienes ante un acto de violencia identificaran y entregaran a las fuerzas de seguridad del estado a los compañeros que han infringido la ley. Con eso sí que demostrarían que no fomentan ni están a favor de la violencia, pero es mucho pedir para personas que están convencidas de que sólo atacando los derechos y libertades de los otros pueden conseguir su botín. Insisto, hablo del caso de los taxistas porque es el más reciente, pero no hay más que tirar de hemeroteca para ver otros casos similares, ya sean conflictos laborales, territoriales o del tipo que sean.

Es el problema de aceptar chantajes, que una vez que lo haces serás chantajeado de por vida, tanto por el mismo chantajista como por otros nuevos amantes de lo ajeno. Y el Estado se ha dejado chantajear ya en tantas ocasiones que todo el mundo sabe que el camino para conseguir lo que se quiera es la violencia. Se comienzan con acciones de menor intensidad, pero si las autoridades no responden satisfactoriamente a tus exigencias entonces se va subiendo el grado de violencia hasta llegar a cortas carreteras y vías de tren, destruir mobiliario urbano, apedrear escaparates… y todo ello aderezado alegremente con agresiones a los policías que lo único que hacen es defender lo que es de todos, a los periodistas que sólo se dedican a informar sobre lo sucedido y al ciudadano que por el motivo que sea decide rebelarse ante la mayor injusticia que hay, que es ver cercenada su libertad.

¿A qué escenario nos enfrentaríamos si ahora los trabajadores de los VTC, los periodistas o los ciudadanos de a pie comienzan a defender sus derechos de la misma manera que lo están haciendo supuestamente los taxistas? Pues nos encontraríamos ante una batalla campal en el asfalto donde unos y otros utilizarían la violencia para proteger los derechos y libertades que cada parte considerara pisoteados por los otros. ¿Y entonces qué? ¿Ante cuál de los chantajes deberían ceder las autoridades? ¿Ante el del bando vencedor, que será el que más cabezas haya pisoteado, más vehículos y contenedores incendiados y más problemas de orden público haya provocado? Por suerte, esto es difícil que suceda porque siempre hay gente más civilizada que otra, pero cuidado, puede llegar un momento en que al final todos nos convirtamos en berserker y entonces el espectáculo esté garantizado.

La gran pregunta es si habrá un día en el que algún político valiente no se deje chantajear y de este modo demuestre que la violencia no siempre es el camino para conseguir la victoria, pero sinceramente no lo creo porque el chantaje está tan interiorizado en nuestra política y sociedad que se acepta como algo normal. Y si no que se lo digan a más de un presidente del Gobierno cuando no ha tenido más remedio que aceptar chantajes de diversos partidos políticos para aprobar los presupuestos o una ley. Algunos lo quieren disfrazar con la bonita palabra de negociación, pero permítanme que no me lo crea y llame chantaje a lo que es chantaje. Sólo tenemos que coger el diccionario para encontrar su definición: «Presión que se ejerce sobre alguien mediante amenazas para obligarlo a actuar de determinada manera y obtener así dinero u otro beneficio».

Ahora sólo nos queda esperar a ver el tiempo que tardará en tener éxito el chantaje de los taxistas y contar los días hasta que otros utilicen la violencia como el camino más rápido para llegar a su meta. Y mientras tanto, ya saben ¡a las barricadas!
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