08/12/2015
 Actualizado a 11/09/2019
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A la hora de ponerme a escribir estas líneas he estado dándole vueltas en la cabeza a ver qué título poner. Por fin me he quedado con éste. La cuestión es la siguiente: en un colegio del Bierzo la directora se ha opuesto a que se coloque el Belén, o sea, ha decidido romper con una tradición que viene de muy antiguo y que no hace daño a nadie, sino todo lo contario. No le importa que se incorporen celebraciones que nada tienen que ver con nuestra cultura, como el Halloween, aunque no todos los padres estén de acuerdo. Independientemente de lo que significa la Navidad para un creyente, no entiendo cómo puede molestar la imagen de un niño pequeño e indefenso con una humilde familia y otras inocentes figuras. Aunque se tratara de un cuento, sería altamente educativo.

Siendo coherentes y consecuentes con esa actitud intransigente, habría que comenzar por eliminar las vacaciones de Navidad y también las de Semana Santa. No podemos olvidar que surgieron para poder celebrar el nacimiento y la muerte y resurrección de Jesucristo, porque realmente son dos acontecimientos importantísimos para la humanidad. Quien considere que esto no es importante debería asumirlo con todas las consecuencias: más trabajo y menos fiestas.

Me consta también que en algunos colegios se hacen concursos de postales navideñas, pero se pone como condición que no hagan referencia ninguna al misterio, es decir a Jesús, José y María. Podrán dibujar abetos, paisajes nevados, renos con trineos, o al mismísimo Papa Noel, pero nada que haga referencia al principal protagonista, al niño nacido en Belén. Y uno se pregunta qué tipo de gente es ésta, por muy profesores que sean, cómo calificarlos. Entonces vienen a la mente adjetivos diversos: ignorantes, intolerantes, malas personas, sectarios, ridículos… Para ser benévolo con ellos, digamos que están haciendo el tonto. Y, si se nos permite utilizar una palabra reconocida por la Real Academia de la Lengua, se trata de una gilipollez.

Afortunadamente, aunque cada vez abunda más este tipo de personas, siguen siendo minoría. Suelen ser los mismos que consideran a los alumnos simples animalitos, porque no han descubierto la importancia de la formación integral, que no puede olvidar la dimensión espiritual y trascendente de la persona. Nadie como Jesús ha influido tanto en la defensa de la dignidad y grandeza del ser humano. No podemos caer en la insensatez de renunciar a nuestras raíces cristianas. Ni tirar piedras contra el propio tejado.
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