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Habrá más fiestas

05/02/2020
 Actualizado a 05/02/2020
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Suele pasar desapercibida, pero creo que está en la base de todas las bondades que adornan lo humano. Personalmente, saber que existe esta virtud es lo que me mantiene el resto de esperanza que me queda. El pasado sábado tuvimos una fiesta en El Aleph. Borges definía ‘el aleph’ como el lugar en el que se encuentran, sin confundirse, todos los lugares del orbe, vistos desde todos los ángulos. Y más o menos estoy de acuerdo, siempre que añadamos que se encuentran para celebrar. En el Aleph se han celebrado bodas, bautizos y espero que pasen muchos años antes de celebrar un funeral y llevar a Goran Bregovic para que le ponga música. El sábado pasado, la fiesta era por el cumpleaños de Diana (aprovecho para informar que Diana, junto con su hermano Richard forman ‘Domani Sapone’ y acaban de sacar su primer disco ‘Volumen I’, así que corran todos a comprarlo). Las fiestas me gustan tanto como miedo me da descubrir al día siguiente el paisaje ruinoso en el que se han celebrado. El escenario es deprimente y devastador para cualquier ánimo sensible, como diría mi abuela, parece un hospital robado. El día siguiente de algunos festejos es lo más parecido a un campo de batalla. De todos los campos de batalla, el más descorazonador es el que resultó después de tres días de bombardeo y cuatro mil toneladas de bombas sobre la ciudad de Dresde. Vergüenza de la humanidad de la que se cumplen la semana que viene 75 años.

Viendo aquella ciudad destruida, incluso en el instante en blanco y negro apresado por las fotografías, convertida en una no ciudad, en una infinidad de bocas desdentadas y de hormigueros destruidos de los que sólo queda el desnudo de las galerías, los huecos de las ventanas sin ventanas, uno creería que ya no es posible que la vida siga. Igual que al ver los restos y el suelo pegajoso después de una fiesta. Sin embargo, los seres humanos tenemos una cualidad que, como decía al comienzo, es cimiento de todas las demás. La virtud de limpiar lo que ensuciamos, de volver a levantar lo que destruimos, de poner orden en lo que hemos de volar por los aires. Esta virtud humilde, la de ser capaces de limpiar es la que permite que siga habiendo fiestas, la que mantiene mi esperanza en la humanidad.

Y la semana que viene, hablaremos de León.
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