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¡Haber estudiado!

09/05/2019
 Actualizado a 18/09/2019
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Hace poco en una discusión pude escuchar el tantas veces repetido «¡Haber estudiado!». Una expresión, a caballo entre la soberbia y la ignorancia, que seguramente algún ‘listo’ robó en el León de hace varias décadas a algún ‘tonto’ que tal vez no lo fuera tanto.

Es frecuente ver cómo erróneamente se utilizan los estudios a modo de vara de medir la inteligencia. Un paso más allá va ‘el estudiado’ que busca hacer de menos a los que no tienen una carrera. En estas situaciones me suelen venir a la cabeza unas letras de Delibes en las que se preguntaba qué sería del mundo el día que nadie supiera para qué sirve la flor del saúco. Solo un ejemplo, pero es que casi siempre se encierra más sabiduría debajo de las boinas de esos abuelos del pueblo a quienes ya casi nadie escucha que en las bibliotecas universitarias.

La formación, la inteligencia y la educación forman un triángulo equilátero (que diríamos ‘los estudiados’) en el que es evidente cual es el vértice más débil. Los estudios no dan inteligencia, ni tampoco educación. Ser listo no implica estudios, pero sí debería acercar la educación. La educación, sin embargo, es una actitud ante la vida que no requiere de las otras dos: no se aprende en los libros y tampoco requiere de grandes cabezas.

El usar un ‘haber estudiado’ como arma arrojadiza deja claro que quien lo escupe no es nada educado y todavía menos inteligente. Porque listos quedan cuatro y todos saben para qué sirve la flor del saúco.
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