¿El motivo? La presencia en esta pequeña localidad —43 habitantes en invierno, decía su presidente Daniel Puerta— del Padre Ángel, el cura asturiano volcado con los más desfavorecidos que había aceptado ser el Padrino de Honor de esta emblemática 40 edición.

El moderador trazó un breve perfil en el que incidió en recordar a aquel niño asturiano que quería ser como don Dimas, el cura, pero no para ser un párroco más sino «para ser el cura que recibía a los maquis y los ayudaba, a los mineros perseguido, a niños huérfanos... y lo fue»». Y lo sigue siendo, como «fue el que se atrevió a devolverle un donativo para su obra Franco».
El Padre Ángel, esperado por todos los presentes quiso ser breve, agradeció a Lario el nombramiento y, sobre todo, a quien lo propició, «mi hermano del alma el padre José Vicente, hijo de este pueblo».
Señaló el cura asturiano que lo primero que iba a hacer al regresar a Madrid era contárselo a Josué, el niño salvadoreño al que la guerra destrozó la cara y otras partes del cuerpo «y con el que el doctor Cavadas está haciendo el milagro de recuperarlo. Le deseo larga vida al Torneo de Lario y os prometo que volveré con Josué para que lo pueda jugar». Y pasó a complacer a tantos vecinos que querían hablar con él.