Ha nacido una estrella

04/05/2023
 Actualizado a 04/05/2023
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Hay un leonés que estos días se ha llevado más elogios de los que quizá pudiera esperar, pero no menos de los que merece. Ese es Antonio Barrul, conocido en el mundo del boxeo como ‘el volcán’, el hombre a seguir en el deporte leonés. El del pasado sábado en el Palacio de Deportes era su segundo combate profesional, el primero en su ciudad. Lo ganó, con una superioridad absoluta en todos los asaltos. Y con más de 500 asistentes demostrando que el boxeo está renaciendo en León veinte años después.

Ver a Toño Barrul boxear es puro espectáculo. Envuelto entre humo y vestido para la pelea con un calzón de la bandera gitana, salió del túnel de vestuarios para transformarse en el ring en una auténtica ráfaga de pasión, técnica y fuerza de 57 kilos. Sigue soñando con ser olímpico, pero antes, campeón nacional en la modalidad profesional, esa en la que los asaltos pueden alargarse lo indecible para mayor sufrimiento de su familia, que sentía cada golpe como si fuesen en su propia carne. No era menos la tensión de su entrenador, quizá de otra forma canalizada, que es también su padre, Vicente, boxeador desde pequeñito y del que Antonio ha heredado la técnica y el sentimiento pugilístico, pero también el respeto por los demás y la importancia de la familia.

La historia de esta superestrella, que ya vende camisetas ‘AB’ coronadas como si fuese el escudo de León y que es casi un profeta para los chavales del barrio de la Inmaculada, adquiere aún mayor interés cuando descubrimos que es además un padre de familia a sus 24 años. Es digno de ver y bastante inusual que un deportista de élite, que entrena con la Selección Española en Madrid decida volverse a casa, a León, para atender a su familia. Valiente. No encuentro otra palabra para describirlo. Antepone la conciliación a su gran pasión y apuesta por entrenar aquí con el doble objetivo de reunir méritos en combate para que la selección lo siga teniendo en cuenta y atraer aficionados locales a este bonito deporte que, quizá por curiosos instintos primarios emocionales, te atrapa. Porque Antonio Barrul, en la noche de las estrellas, se convirtió en una. Y brillará con su propia fuerza, y con la de Dios, como él dice, para conseguir lo que se proponga.

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