Gusto Muñiz, el amigo de todos

Falleció esta semana a los casi 102 años el que fuera ejemplar pedáneo, agricultor, campanero y eterno encargado del reloj de Vegas del Condado

David Rubio
05/01/2020
 Actualizado a 05/01/2020
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Qué hay, amigo? Pues que una pipa no es un higo» era uno de sus saludos. A otros les llamaba cariñosamente «Negro» y a otros simplemente les golpeaba con el puño en el brazo. A Augusto Muñiz Bayón no le hacía falta hablar mucho, porque era de los de callar y actuar, el único que encontraba tiempo para hacer todas aquellas tareas que a los demás vecinos siempre les importunaban. Si alguien tenía que pintar la fachada, sin decir nada, sin que le hubiesen pedido ayuda, antes que los pintores aparecía Gusto con una escalera y un caldero dispuesto a hacer lo que pudiera. Si se había quemado una casa, cambiaba el caldero por la caldereta. Si alguien tenía que matar el gocho, llegaba el primero con el cuchillo recién afilado. Creo que no protestó nunca y que nunca discutió con nadie, más allá de alguna vez con su hermano Jamín cuando jugaban juntos a las cartas.

Gusto era el ‘amigo de todos’. Así empezaba todos los años el programa de las fiestas de Santiago en Vegas del Condado, la localidad en la que nació el 29 de marzo de 1918 y murió el pasado 31 de diciembre: «Repique de campanas a cargo de Gusto, el amigo de todos». No era una frase hecha, era verdad. Era el amigo de todos y era el campanero oficial de la iglesia. Lo fue durante 70 años. No sólo sabía tocar a misa, difunto, incendio o quema, concejo, cabildo o cabo de año, hacendera y oración, sino que sabía también cuidarla campana y hasta el campanario. El reloj de la iglesia lo atendió durante medio siglo, dándole cuerda cada día, y los cuartos y las medias y las horas en punto sonaron durante esos años por las cuatro esquinas del pueblo con la precisión de un mecanismo automatizado. Llevaba el farol en las procesiones y en los entierros, arreglaba el castro de los bolos, barría la calle, ayudaba a poner los banderines cuando se acercaba la fiesta... Y todo ello no era precisamente porque le sobrara el tiempo, que también trabajaba el campo y atendía al ganado (su vaca Linda, que le seguía a todas partes como un perro a su amo, es aún recordada por todos los vecinos de Vegas), criaba conejos, cultivaba su huerta y no paraba un segundo desde que salía el sol, sino porque sabía encontrarlo para los demás. «A D. Augusto Muñiz Bayón, por su desinteresada colaboración en esta villa durante 70 años como campanero y 40 años encargado de dar cuerda al reloj de la torre», decía la placa que se le entregó en un homenaje que le dedicaron sus vecinos en 2010. Quizá el detalle que mejor le define es que a veces escuchabas un pequeño ruido a la puerta de tu casa y, al salir, te encontrabas una cesta llena de tomates, lechugas y cebollas. No quería que le dieras las gracias. No quería que supieras que había sido él. En su enclenque cuerpo cabían los tres Reyes Magos.

Como a todos sus quintos, la Guerra Civil le salpicó de lleno. Combatió en los frentes de Jadraque, Sotodosos, Valfermoso de Tajuña, Barranco de la Hoz (todos de la provincia de Guadalajara) y Figueras (Gerona). Desapareció durante un año entero y a su madre, la tía Ángela (matrona de media ribera del Porma), le decían que celebrase de una vez el funeral, que perdiese la esperanza. Ella se negó a aceptar que su hijo había muerto hasta que no le enseñaran el cadáver. Y un día apareció Gusto, con restos de metralla en los brazos, contando que había caído una bomba en un corro en el que estaban sentados ocho soldados y quedaron solamente dos. Le concedieron la Cruz de Guerra, la Cruz Roja y la Cruz de Campaña. Se quedó en Vegas y empezó a ser el amigo de todos. El día del Pilar (no podía haber mejor fecha) de 1947 se casó con Pilar Sahelices y con ella compartió su vida hasta el final. Cuesta escribir un obituario de un persona querida. Cuesta describir a un personaje tan extraordinario que nunca quiso ser protagonistas de nada. Ya parecía inmortal pero la pasada Nochevieja se apagó al fin. El que mejor lo resume todo es su nieto David: «Que descanse, que lo tiene bien merecido».
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