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Guijarros en la boca

23/01/2021
 Actualizado a 23/01/2021
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Érase una vez un ateniense, un pensilvano y una angelina. El griego, distante en el tiempo, no conoció nunca a los otros dos, pero sobre él, probablemente algo sepan los americanos, es bastante conocido. Pues bien, algo tienen en común nuestros tres protagonistas: la superación de su tartamudez. El griego, padeció más de un sinsabor ya que a su defecto en el habla se unía cierta presencia destartalada y enfermiza que provocaba las risas de sus desalmados compañeros de colegio que le llamaban bátalo, que significa –cuenta Irene Vallejo en su célebre ensayo ‘El infinito en un junco’– «maricón». Frente a tales males Demóstenes, lejos de arredrarse se entregó a un severo e integral plan de entrenamiento que consistía en varios retos: hablar con guijarros en la boca, salir a correr al campo para aumentar su capacidad torácica y recitar versos en la parte álgida durante sus subidas de esparcimiento a la colina Licabeto desde donde declamaba sus democráticas arengas. Así llegó a convertirse en el mejor orador de la historia.

A Amanda Gorman, de 22 años, la angelina, una negra flaca, descendiente de esclavos, hija de una madre soltera que es maestra de sexto año en un barrio del sur de California, también le gustan los versos pero prefiere los suyos ya que tras ser diagnosticada con trastorno del procesamiento auditivo y tener dificultades para la articulación del habla, ha hallado la seducción en la poesía como medio de expresión idóneo para dar rienda a sus sentimientos contenidos. En bachillerato un profesor la animó a presentarse a un concurso para jóvenes talentos literarios que ganó, convirtiéndose en la poeta más laureada de Los Ángeles en 2017. Desde entonces su popularidad no ha hecho más que aumentar hasta que un pandémico día de diciembre, recibió la llamada de una profesora de lengua llamada Jill Biden pidiéndole que hiciera un poema que la propia Amanda leyera en la investidura de su marido, que acababa de ser elegido presidente de EEUU. El senador pensilvano, también sufrió acoso por su tartamudez, y aún hoy usa , para evitar trabaduras indeseadas, un método similar al del “Discurso del Rey”: Ilumina las frases sobre el papel seleccionando las palabras. A pesar de ser un aparente problema resuelto, a veces coletean atascos intempestivos en sus alocuciones cuando asoma el descanso.

Por cierto, durante la ceremonia hubo una ausencia notable. Seguramente el ‘ex’ la siguiera desde casa ‘padeciendo’ el espectáculo democrático y a poder ser con un buen montón de guijarros en la boca…¡ojalá!
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