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Guías en monumentos

16/02/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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La visita guiada es hoy un elemento imprescindible para disfrutar en plenitud del recorrido en un monumento. La satisfacción del visitante es muy superior cuando se da a conocer los detalles del lugar, las peculiaridades y las anécdotas. Sin embargo no siempre esta experiencia es positiva.

Recientemente visité el Monasterio de las Huelgas Reales en Burgos. Se trata del panteón real de Castilla y reúne un conjunto de piezas extraordinarias. El recinto está gestionado por Patrimonio Nacional y la visita fue pilotada por una guía que supo construir una de las peores de mi vida. La señora fue un vademécum de lo que no se debe hacer: pasiva, displicente, poco implicada e incapaz de resaltar el carácter excepcional de muchas de las piezas que allí se aprecian. Poco después acudí al Museo de la Evolución Humana, donde otra guía nos mostró cómo se puede realizar un buen trabajo lleno de entusiasmo, implicación, claridad expositiva y simpatía. La labor se hizo en ambos casos, pero el resultado fue radicalmente diferente.

En el guiado de un monumento hay dos aspectos que marcan el devenir de la visita: la implicación personal del profesional por una parte y la capacidad para destacar lo importante del monumento por otra. Digo esto porque hace pocos días recorrí en una nueva visita guiada el museo de San Isidoro. Debo decir que la persona que la condujo tenía la implicación personal adecuada. Sin embargo no fue capaz de transmitir la relevancia del lugar en toda la magnitud que tiene. Es cierto que habló de las primeras cortes, que explicó el panteón de los reyes o que comentó algunas anécdotas, pero el relato estuvo trufado de tecnicismos y de fechas que la mayor parte del público no entendía.

Cuando se cita una fecha en una visita guiada hay que contextualizar, decir lo que pasaba en esa época o no sirve para nada, salvo despistar al público. Hacer descripción con tecnicismos ante un espectador profano es inútil y hace perder la atención del grupo. Y ambos usos están muy arraigados en ciertas escuelas profesionales de guías, sustentadas por ciertas mentalidades profesorales anticuadas.

Hay que hablar con una claridad adaptada al público. La alternativa es realizar un trabajo mejorable. Y en León hay un ramillete de monumentos excepcionales que dan un enorme juego al guía para captar la atención del turista y engrandecer la visión de la ciudad. Eso es labor profesional del guía y, si no se hace, se está realizando un mal trabajo. Por eso hay que pedir a estos profesionales que aúnen simpatía, conocimiento, claridad, implicación y narrativa. Nada menos y nada más.
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