15/12/2020
 Actualizado a 15/12/2020
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Triste período de nuestra vida española cuando tenemos que soportar varias crisis a la vez como la pandemia del virus chino, la enfermedad de una política obsoleta y ruin, más la deriva tremenda de una economía basada en actividades débiles y desprovistas de planes adecuados de estabilidad. Normalmente en países consolidados en el aspecto social y cultural, los historiadores investigan hechos y causas que han originado acontecimientos pasados y no hurtan la verdad, aunque sí que cada cual aporta sus opiniones sin que se dé cabida a la especulación negativa y demagogia. Aquí somos aficionados a ver fascistas y comunistas por todas las esquinas, si bien es verdad que hay sectores evolucionados políticamente y otros a los que les interesa mantener el odio, la separación entre los ciudadanos y la colocación de etiquetas controvertidas con el fin de ocultar la verdad. Sin ir muy lejos, nuestros vecinos franceses no tienen más remedio que reconocer que su dios napoleónico se hundió hasta las cejas y recibió una lección del pueblo español sin paliativos, aunque ellos lo adornen de forma que no sea tan grave el desastre de la ‘armada francesa’, y es legítimo dentro de sus fronteras, dando así una lección patriótica de paliar estos temas escabrosos con un acuerdo nacional con tratamiento especial a los temas patrios, bandera e himno, aunque caigan a veces en un chauvinismo irredento.

Algo similar han hecho los siempre prepotentes anglosajones en aras de mantener el orgullo de su país, aunque sea en detrimento de los demás. Lo saben hacer, mientras que los estupendos hispanos nos debatimos entre la envidia, la denuncia, las peleas internas y las leyendas negras atizadas desde dentro de nuestras fronteras y recibidas con alborozo por los enemigos de fuera que siempre que España inicia el camino del progreso y de convivencia moderna, ocurren sucesos de enorme trascendencia donde los de dentro no son ajenos a las teorías de la conspiración, animados por manos extrañas. La Historia está llena de hechos que lo corroboran y recientemente parece que abunda más lo malo que lo bueno con injerencias incluso de financieros extraños.

Y para muestra un botón. Vuelve el tan manido problema de los nombres de las calles. Durante la transición un grupo de políticos se reunió y acordó enterrar el hacha de guerra entre bandos irreconciliables. La realidad fue que unos que perdieron el conflicto se mostraron más reticentes hasta última hora en detrimento de otros que dieron más cancha e incluso se mostraron solícitos para borrar los nombres de las calles de todo aquello que significara recuerdos de los vencedores, incluso se llevó a cabo una campaña para retirar estatuas mientras se conservaban las estatuas de los vencidos y se renombraban calles con el nombre de políticos de la izquierda del pasado. ¿En qué quedamos entonces? Se quita todo lo que huele a pasado o se rememora todo? Un país maduro deja todo lo que significa Historia guste o no, explicando los hechos con objetividad porque si calificamos de dictadores a los de un bando, ¿me quieren decir qué fueron los del otro bando cuando tenían tics totalitarios y antidemocráticos aunque se revistieran del manto de la libertad y la lucha obrera?

Ahora ha llegado otra vez esa lucha al amparo de la ‘ley de memoria histórica’ con la polémica de quitar los nombres de calles de políticos de la izquierda. Interesante revuelo con el altavoz de las terminales mediáticas afines, que no se hizo cuando el turno le tocó a las calles de los vencedores. Un sector importante de la sociedad cree que se gasta un tiempo precioso en debates inútiles cuando el foco de la recuperación por el futuro debería estar en la economía, la sanidad, la educación y la cultura, además de una batalla por el medio ambiente y una industrialización del país acorde con el futuro que se nos viene encima. Así que políticos de la izquierda y la derecha trabajen en esta línea. Modernicen sus partidos, afronten leyes de progreso verdadero para que participe la ciudadanía cansada de debates absurdos y de bajo nivel, déjense de calentar el sillón y asegurarse el porvenir de forma tan poco ortodoxa, si tienen ideas apórtenlas y después vuelvan a su trabajo normal. Y desde luego, adelgacen la burocracia de las Autonomías, del Estado y de las instituciones. Y…dejen los hechos históricos y sus juicios a los profesionales que investigan los acontecimientos en los archivos y en las vivencias personales pero dejando que reposen muchos años para que la imaginación, el revanchismo y la manipulación no deje lugar a dudas y especulaciones de diferentes signos, grupos y aspirantes a tiranos.
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