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Greta en Extremadura

08/12/2019
 Actualizado a 08/12/2019
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Greta Thunberg viajó desde Lisboa a Madrid en un tren digno, tal vez el único que merece ese calificativo de los que recorren la enorme y bella región extremeña, tan vinculada a León no en vano ese nombre le viene de haber sido en el medievo el extremo de nuestro reino, del mismo modo que la provincia de Soria fue el extremo de Castilla.

Los trenes extremeños son muy antiguos, algunos tienen trazados del siglo XIX. El viajero que desciende del AVE en Puertollano y sube al regional que le dejará casi cinco horas después en Badajoz, pasa del tercer milenio a 1880 más o menos. Sobre todo en el primer tramo, donde colindan el sur extremeño y las montañas de Castilla-La Mancha.

Hacia 1985 se intensificó la catástrofe ferroviaria extremeña, que sobre todo lo fue leonesa. El nuevo gobierno socialista de Felipe González, decidido a modernizar España, objetivo que no dudamos consiguió, consideró que era positivo y estupendo eliminar muchos tendidos ferroviarios. Sin duda algunos de los que fueron suprimidos no tenían mucho sentido, porque carecían casi por completo de viajeros. Pero otros no estaban en situación tan triste, y además, eran importantes desde el punto de vista estratégico. Y por razones de simple justicia territorial. Fue ahí cuando murió la comunicación ferroviaria norte-sur en la península, la que seguía la romana Vía de la Plata, desde Gijón hasta Cádiz. Astorga perdió su condición de enlace ferroviario entre los trenes que desde Castilla iban a Galicia con los que desde el norte lo hacían hacia Extremadura, y en poco tiempo las estaciones de la ruta se convirtieron en eriales de tristeza y matojos, en dolorosa ruina de tiempos mejores.

No se supo defender entonces aquel tren, tan nuestro, modesta espina dorsal del reino de León, Zamora y Salamanca. Los que habíamos viajado de muchachos en aquellos ferrobuses que iban por las tierras fluviales de La Bañeza y Benavente, los que nos podían llevar nada menos que hasta la bellísima Salamanca, quedamos huérfanos y tristes, no digamos los vecinos de tantos pueblos y villas que recorría, y a los que daba honesto servicio. Era un tren que merecía seguir vivo, y por muchas razones: basta mirar su trazado en el mapa de España para convencerse. ¿Volverá algún día a reverdecer? No parece probable. Por eso, de momento, y puede que para siempre, tendremos que conformarnos con evocar aquellos viajes adolescentes por una España del Oeste, tan hermosa y pura. Tan querida y cantada por el gran poeta Leopoldo Panero.
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