Granos de arena

03/11/2018
 Actualizado a 12/09/2019
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Noviembre siempre me ha parecido un mes triste. Aunque cada vez soy más consciente de que la tristeza es un estado de ánimo en el que uno decide estar o no. Con el Día de Todos Los Santos pasa un poco lo mismo. Cada quién decide cómo recuerda a los que ya no están. Y cuánta falta nos hacen, no lo vamos a negar. Pero yo, si me dieran a elegir, preferiría que me celebraran como si fuese un día de primavera. De esto que el sol te da en la cara, tienes mucha energía, ganas de hacer cosas… Preferiblemente que sea viernes, que te apetece sonreír, tomarte una cervecita y bailar. Y si tengo que decir cómo quiero que me vean desde allá arriba, también sería así. No soy amiga de los cementerios, ni tampoco de tener que rezar a nadie para recordar a los míos, aunque entiendo y comparto que la gente lo haga y que pase por ese proceso de curación. Yo esparzo mis recuerdos como pequeños granos de arena. Hoy me acordé de ti porque llegué a ese sitio al que siempre me ibas a buscar para llevarme a casa. Porque el olor de una colonia me recordó a cómo olía tu ropa. O porque al coger el teléfono sigo queriéndote llamar. La costumbre. Y lejos de que me ponga triste, todos esos pequeños hábitos me hacen feliz, porque significa que hacíamos muchas cosas juntos. Tantas que cada día, aunque sea sólo una vez, me llevan a pensar en ti. Tampoco me fío mucho de todo lo que tenga que ver con el universo de la meditación, el Mindfulness o las terapias de autoayuda, pero el otro día conocí un método que creo que a todos nos vendría bien aplicar. Se trata del ‘Ho’oponopono’, una antigua filosofía hawaiana que consistía en ayudar a los demás a perdonarse y a ‘sanar’ todos aquellos males del espíritu. En la actualidad se practica repitiéndote un mantra muy sencillo basado en estas cuatro palabras: lo siento, perdóname, gracias, te amo. Si mañana me fuera, me podría ir muy tranquila sabiendo que se pedir perdón, que perdono, que agradezco y que quiero.
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