18/11/2017
 Actualizado a 07/09/2019
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Dedicar esta columna a quien me la ofreció hace exactamente cuatro años, puede que para muchos sea algo así como un nuevo arte de hacer la pelota. Y probablemente algo de razón tengan pero es que tal y como están los tiempos que un «joven y alocado director de un periódico de papel» te ofrezca la oportunidad de escribir todos los sábados 2.500 caracteres con una remuneración económica solamente equiparable a los inquilinos del vestuario del Real Madrid, realmente es como para pensar que esto que hago hoy es una manera fina de dar jabón, pero solo es agradecimiento, puro agradecimiento. Fiel a mi estilo y a lo que me ha enseñado la vida me veo en la obligación, primero como colega de otro medio y luego ya como amigo (porque David es muy amigo nuestro), en felicitarte por estos años, con permiso del editor.

Los que somos casi LTV y hacemos uso de las llamadas piscinas, unos porque no tenemos pueblo y otros porque siempre tienen el chalé en obras (sobre todo en verano), allí llegamos a hacer amigos (también enemigos) incluso más fieles que los que puedes hacer a lo largo de la vida colegial.

Aunque él no debía ser muy consciente, yo le tenía perfectamente controlado por La Venatoria. Y a su favor les diré que ni él ni su familia poseían un árbol en propiedad. En esa época David y yo no tuvimos mucho trato, seguramente un par de saludos ‘made in León’, de esos que se dan levantando las cejas cuando el paisano está a apenas dos metros, siempre sin abrir la boca. Las tribus no eran las mismas, aunque seguramente tendrían la misma idiosincrasia, no teníamos motes, no llevábamos los cuellos subidos, ni lucíamos zapatillas Puma. Él se dejaba ver menos por el césped ya que era de los suertudos que poseían no un pueblo, sino ¡dos!

A pesar de que nuestros padres con el tiempo hicieran amistad, de los años de La Crónica, incluso la afición por el periodismo taurino con el gran Joaquín Vidal a la cabeza, nada hizo que nuestros mundos se cruzaran ni de refilón hasta los días en que se puso en marcha el nuevo periódico. Pero como dijo Juncal (Paco Rabal): «Entre toreros no hacen falta intérpretes».

Afirman los grandes aficionados que torear es engañar al toro sin mentir, más o menos, lo que hacemos cada día en este mundo nuestro.

Mi querido Sr. Rubio: mis felicitaciones por estos 4 años, a ti y a todo tu equipo. Y lo hago recordando a uno de mis ídolos, el maestro Chenel, quien, como hombre, podía ocultarse en grandes silencios porque como maestro no necesitaba hacer largos discursos para dibujar una gran tarde.
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