Graduado como bendito golfo, viejo goliardo

Las ceremonias de graduación suelen ser celebraciones muy regladas, uniformes, emotivas para graduados y familias pero, la verdad, algo encorsetadas y excesivamente serias... salvo que aparezca un joven licenciado que acude rompiendo el orden... pero no la historia

Fulgencio Fernández
27/06/2021
 Actualizado a 27/06/2021
Esperando el momento de acudir al Aula Magna para graduarse... y sorprender.
Esperando el momento de acudir al Aula Magna para graduarse... y sorprender.
Si coincides a la entrada de una ceremonia de graduación puedes dudar si es una boda clásica. Trajes nuevos, cabezas de peluquería, la familia cerca y mucha emoción... Merece la pena, seguramente, después de una carrera, la licenciatura. Tal vez hemos visto demasiadas películas de graduaciones y asumimos el guión, encorsetado, los discursos, salvo que alguien venga y lo destroce para regocijo de asistentes a la ceremonia.

Ocurrió está semana en la Universidad de León, en una graduación. Llegó el aire fresco desde Ponferrada y frente a los trajes y peluquerías apareció el joven graduado con peluca, minifalda y guitarra, y coplas sabrosas que van más allá del repetido ‘Gaudeamus igitur’, que viene a la fiesta a recordarnos que nuestra vida es corta y en breve se acaba. «Post iucundam iuventutem / post molestam senectutem / nos habebit humus».

Tal vez prefirió el nuevo graduado viajar a nuestra vieja Europa y sus costumbres, recuperó el espíritu de los llamados goliardos, «aquellos benditos golfos, goliardos, quese preciaban de vagabundear de un alma mater en otra, entonando un himno de fraternidad y haciendo de la virtud vicio».

El nuevo goliardo, a su vez graduado, tomó la tribuna, sorprendió y hasta agradó con un mensaje más centrado en las palabras de vida. Y alegría: «Muera la tristeza,/ mueran los que odian./ Muera el diablo,/ cualquier persona en contra de los estudiantes».

Por una vez, la risa le robó el espacio a la encorsetada seriedad.
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